Independencia de Reino Unido
Crimen en una sociedad dividida por un referéndum sin sentido
El atentado mortal contra la diputada laborista Jo Cox, tiroteada y apuñalada por un hombre de 52 años tras participar en un acto con sus electores en Birstall, cerca de Leeds (Inglaterra), conmocionó ayer a la sociedad británica. Al parecer, el asesino, que discutió con su víctima durante varios minutos, gritó en el momento de disparar «¡Gran Bretaña primero!», que es el nombre de un partido de extrema derecha, xenófobo, antiinmigración, antiislam y defensor de la cultura más tradicional británica. La muerte de la diputada provocó la suspensión de la campaña a falta de una semana para el referéndum sobre la Unión Europea, que mantiene fracturado al país entre los partidarios de continuar en la UE y los que apuestan por la salida. Jo Cox era una parlamentaria proeuropea y militante contra el Brexit. Las circunstancias, por tanto, apuntan a que el suceso reviste unas connotaciones políticas indiscutibles en un marco de tensiones al alza en Reino Unido. Para muchos, estos días de tiras y aflojas han estado marcados por los titulares de los tabloides que los políticos buscaban desesperadamente, o, lo que es igual, por los eslóganes de trazo grueso, de política menor y soflama mayor, de superávit de falacias y déficit de reflexiones serenas y profundas sobre lo que se juegan y nos jugamos, en la consulta. En ese conglomerado desolador de políticos miopes y desorientados, los partidarios del Brexit han sabido sacar partido de deleznables mensajes demagógicos y populistas que han conectado con una clase media trabajadora descontenta y cada vez más empobrecida y con un horizonte de complicaciones para buscar un futuro mejor ante la incompetencia, la ineficiencia o la incomparecencia de los defensores de la Unión. El hecho es que, se mire como se mire, la opción del portazo a Europa lidera los sondeos por al menos cinco puntos. Y ese negrísimo horizonte que se atisba tiene también nombres y apellidos a los que responsabilizar por lo que esté por llegar. Obviamente, lo sucedido ayer a la diputada Jo Cox sólo compete al autor de los disparos, pero la crispación reinante, el haber empujado a la sociedad al borde de un precipicio por un absurdo e innecesario referéndum está en el debe de algunos líderes políticos que han contraído una deuda con su país, sus conciudadanos, los europeos y la historia. El principal, un primer ministro como David Cameron, que ha sumado error tras error, a cada cual más grave que el anterior. Recordar ahora que hace un año, en la última campaña electoral, cuando estaba claramente por detrás de los laboristas, prometió el referéndum sobre Europa para movilizar a los conservadores euroescépticos y aferrarse al poder, es rememorar una imprudencia colosal y una ausencia absoluta de perspectiva institucional, amén de un egoísmo político impropio de un gobernante serio. Pero tampoco Jeremy Corbin, el líder de los laboristas, puede sentirse orgulloso de su papel en este melodrama que apunta a tragedia, en el que ha optado por mantener un perfil muy bajo por razones tácticas y ha renunciado a liderar con Cameron la batalla contra el Brexit. Ahora, con el cadáver aún caliente de una diputada proeuropea, estamos a un paso de sumir a Reino Unido y Europa en un tiempo crítico de impredecibles consecuencias. Porque lo peor es que, pase lo que pase con el resultado de la consulta, la herida abierta no cicatrizará fácilmente y la hemorragia de desafectos e incomprensiones amenaza a las sociedades británica y europea.
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