Cataluña
El golpe final de la CUP
Hoy sabremos si la CUP decide apoyar la investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitat, o no. Los designios de esta organización anticapitalista, independentista, antisistema y asamblearia, que invierte sus días en interminables reuniones –los motivos son muchos y diversos–, son imprevisibles porque aplican, como en el Sóviet de Petrogrado, la democracia directa en vez de la representativa, de manera que ni sus siete diputados son dueños de sus decisiones. Son puros transmisores de la voluntad popular. Así que nunca se sabe qué puede pasar en un grupo que con 337.794 votos ha conseguido tener la sartén por el mango en la política catalana. Mas, por razones que se nos escapan –aunque cada vez la sombra de la corrupción del «pujolato» es más oscura–, ha aceptado este juego. Él, como sus amigos de la CUP, sabe que, de ser apoyado, el acuerdo se basa sobre un pacto incumplible. Los anticapitalistas lo saben porque su objetivo es la desestabilización del sistema, y con eso les basta, y los nacionalistas conservadores y sus compañeros de viaje lo único que quieren es llegar a la presidencia sea como sea. Si el ridículo de estar al albur de la CUP no sirviese por lo menos para mantenerse en el poder de la Generalitat supondría tal desgaste electoral que permitirá entregar el poder en bandeja a ERC en las siguientes elecciones. Es decir, dentro de un par de meses. Ahí están los datos. De repetirse las elecciones autonómicas en Cataluña, la candidatura Junts pel Sí –formada por los restos de Convergència, ERC e independientes– perdería un 3,9% de los votos (209.714 electores), según una encuesta de NC Report que publicamos hoy. Es decir, confirmaría algo que ya se sabía: que Mas ha vuelto a fracasar en una de sus más cicateras maniobras políticas: ocultar sus malos resultados en la coalición JxS. Por otro lado, esta caída no supondría el «sorpasso» de los antisistema, que ganarían 16.206 votos (y un escaño más) a costa de la marca de Podemos, que juega, según el contexto, a ser independentista un día y el otro a representante de «las Españas». La solución de unas nuevas elecciones (un 56,3% están a favor) no sólo no soluciona el bloqueo institucional, sino que lo agrava. Si ahora Mas necesita dos votos para salir elegido presidente, en un escenario futuro los independentistas perderían cinco diputados y sería más difícil alcanzar una mayoría simple. Queremos pensar que la Generalitat tiene en su poder encuestas que desaconsejan que Mas repita como presidente con el apoyo de la CUP. Según el sondeo que publicamos, un 58,2% de catalanes se muestra contrario. O que estos tres meses de desgobierno y de trato vejatorio a las instituciones del autogobierno, sumados a una legislatura entera dedicada a subvertir el orden constitucional a cargo de fondos públicos, han sido perjudiciales para Cataluña. Así lo creen, según el mismo estudio, el 77,6% de los encuestados. En definitiva, Mas y el conjunto del independentismo están pagando las consecuencias de una pérdida del sentido de la realidad al creer que el conjunto de la sociedad catalana se subiría a un proyecto sin ni siquiera alcanzar la mitad de los votos. Han forzado la máquina –desde instituciones políticas a sociales y culturales subvencionadas, además de la entrega de los muy serviles medios de comunicación públicos y parapúblicos– para acabar aprobando una ley en el Parlament por la que negaban el reconocimiento de la Constitución y –no lo olvidemos– del propio Estatuto. La solución para salir de esta situación no será fácil pero, en todo caso, deberá pasar por una desnacionalización de la sociedad catalana.
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