Gobierno de España
El Rey, la democracia y la libertad
Es ya evidente que asistimos a una campaña por parte de determinados grupos políticos contra la figura del Rey, la institución monárquica y lo que representa. Los partidos independentistas, Podemos y los comunistas han tomado a la Corona como el principal objetivo de su estrategia. Las mociones de reprobación en el Parlamento de Cataluña y en el Ayuntamiento de Barcelona, sostenidas por estas siglas, tendrán su continuidad en otras similares en los más de mil ayuntamientos en los que los comunistas de Alberto Garzón tienen representación por residual que sea, que lo es. Resulta obvio que estas formaciones, que son las declaradas enemigas de la España constitucional que nació de la Transición, han entendido que el Rey es la pieza clave que se interpone en su objetivo que no es otro que destruir el Estado como lo hemos conocido en estos 40 años y que es el depositario del legado histórico de la nación más antigua del mundo para a continuación instaurar una república modelo bolivariano. El Rey es hoy el objetivo a batir porque el Gobierno de la Nación, que debiera ocupar ese espacio en un reparto normalizado de deberes y obligaciones en una democracia liberal y representativa, se dedica a cortejar los votos de ese frente popular que amenaza la estabilidad y con ello la libertad y la seguridad de los españoles. El Ejecutivo de Pedro Sánchez, cautivo de su ínfima minoría parlamentaria y de su obsesión por mantenerse en el poder a cualquier precio, está desatendiendo obligaciones capitales en el amparo firme de los símbolos del Estado y con ellos de su legitimidad y vigencia frente a quienes lo atacan para minarlo, desactivarlo y desmontarlo. Los socialistas se han esforzado en toda clase de gestos –casi los que le han exigido– hacia los separatistas y, por supuesto, ya cuentan con la extrema izquierda populista como socio y aliado preferente de su acción de gobierno. Se es por tanto complaciente, afín y generoso desde La Moncloa con quien ataca al Rey, insulta a España y amenaza a los españoles, como hizo ayer Torra. Tanto que se llega a apoyar incluso la despenalización de la injuria a la Corona. No hay grandeza ni decencia en esta actitud, sino únicamente miseria política, pues la voluntad que lo alienta no es, no podría serlo, una causa mayor y trascendente, sino un fin personal que no converge con el bien de los ciudadanos. No exageramos si decimos que el país atraviesa un tiempo muy preocupante e impredecible con certidumbres limitadas y confianzas firmes, pero menguadas. El Rey es hoy a los ojos de una inmensa mayoría de los españoles el baluarte más consistente y entero en la defensa de nuestra democracia amenazada por un movimiento golpista en Cataluña y por una corriente de deslealtad a su alrededor. Es por ello que los españoles experimentan una empatía y cercanía crecientes con quien ha sabido estar siempre en su puesto y a la altura del momento histórico que le tocara vivir como en las dramáticas jornadas de octubre del año pasado. Y en ello sigue. Quienes pretenden debilitar y orillar al Jefe del Estado con una grosera interpretación de sus actuaciones y responsabilidades y una lectura mendaz de lo que es y supone hoy la Corona en nuestro país están condenados al fracaso y además merecen la más contundente censura. Gastan mucho tiempo y dinero en intentar intoxicar y envenenar a la opinión pública para crear un caldo de cultivo adecuado para sus planes, pero la verdad es la que conocen y sienten los españoles. Que la Monarquía constitucional ha sido promotora y protagonista principal de la etapa más próspera y benéfica de la historia de España, con las mayores cotas de libertad, con unos estándares de calidad de vida notables hasta conformar una de las pocas democracias plenas del mundo. El Rey ejerce la Jefatura del Estado por mandato popular refrendado no sólo en la votación constitucional sino además en el día a día de un país que valora su servicio al bien común.
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