Represión en Venezuela
Equidistancia cómplice de Podemos con Maduro
Las democracias, los demócratas, son enemigos de cualquier régimen dictatorial. La defensa de la libertad, de los derechos humanos, no puede transigir con los sistemas que tienen por objeto aplastarlos. En Venezuela, Nicolás Maduro, y antes Hugo Chávez, encarnan un modelo totalitario que ha arruinado a una de las naciones más ricas de Iberoamérica, ha empujado a sus ciudadanos a la miseria, ha acabado con cualquier atisbo de libertad, ha llenado las cárceles de presos políticos y, por último, ha lanzado a sus matones a asesinar a los opositores que protestan en las calles. La sangre de inocentes, más de 90 ya en tres meses, señala al chavismo como un movimiento criminal cuyas responsabilidades tendrán que ser depuradas más tarde o más temprano. El último asalto de las hordas bolivarianas a la Asamblea Nacional y los atentados contra la integridad física de los diputados de la resistencia y de los funcionarios de la Cámara, promovidos por el siniestro vicepresidente Tareck el Aissami, deberían ser la gota que colmara el vaso de la indecisión de la Comunidad Internacional y actuara con contundencia contra Maduro antes de que la guerra civil que se fragua sea una realidad. Pero si mala es la vacilación, peor es la equidistancia cómplice con el dictador de grupos afines al chavismo como Podemos, que ayer mismo con desvergüenza e indignidad condenaban «todas las violencias» en Venezuela, como si las víctimas fueran tan culpables como los verdugos. No cabe una inmoralidad mayor.
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