La investidura de Sánchez

España necesita un proyecto centrado

La Razón
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No deja de ser un síntoma, preocupante, por cierto, de la incomodidad con que el PSOE aborda su pacto de Gobierno con Podemos, el que los distintos portavoces socialistas vayan extendiendo ante la opinión pública la idea de que la incorporación de los ministros de la extrema izquierda será, poco menos, que irrelevante. Así, se emplean expresiones como «diluir» el cuerpo extraño entre ministerios sin funciones de relieve, se habla de departamentos gubernamentales vetados y se afirma, sorprendentemente, que nada de esto será un óbice para que la formación de Pablo Iglesias se avenga al acuerdo. En realidad, detrás de esta táctica, que se nos antoja bastante pueril, se oculta la plena conciencia de los dirigentes socialistas de que el acuerdo de coalición con un partido antisistema supone instalar en el Gabinete una bomba de retardo, que se activará en cuanto las exigencias podemitas no quepan en los Presupuestos o, lo que es más probable, intenten traspasar los límites de nuestro ordenamiento constitucional. Aunque se inventaran ministerios de refrescos sin burbujas o se vaciaran de contenido los departamentos sociales, lo cierto es que el PSOE va a sentar en el Consejo de Ministros a unos individuos que se declaran contrarios al modelo de economía libre de mercado, rechazan la Monarquía parlamentaria y la figura del Jefe del Estado, y defienden que el modelo territorial, es decir, la unidad de España, pueda someterse a referéndum en una región determinada, obviando el hecho básico de que la soberanía corresponde al conjunto del pueblo español y no puede ser troceada. Por supuesto no es algo que le debiera coger por sorpresa al candidato socialista, Pedro Sánchez, que ya tuvo una muestra de lo que significa el apoyo condicionado de la extrema izquierda, cuando le tumbaron los Presupuestos los mismos partidos que le habían llevado a La Moncloa con la moción de censura. De ahí que no se entienda la oportunidad del pacto, más aún cuando deja fuera, en un veto insólito en nuestra democracia, al líder de Podemos, lo que augura un escenario de mayor inestabilidad, con una dirección, la de Pablo Iglesias, ajena al Gabinete, pero con preeminencia sobre sus ministros. Si en política pueden darse las situaciones más inauditas, la exclusión personal de quien te deja los votos es difícil de superar. Por ello, debemos insistir en que este acuerdo de coalición sui generis no promete nada bueno para el futuro de los españoles y sus intereses generales, y abogamos por que el presidente del Gobierno en funciones, al que, por descontado, le asiste el derecho a pactar con quien quiera, presente en la sesión parlamentaria de hoy un proyecto para España que defienda el modelo económico de libre mercado, que es el único que garantiza el crecimiento y las prestaciones del estado de bienestar; las libertades individuales, frente a los viejos dogmas de la izquierda marxista; la unidad de la nación, ante la que no caben cesiones a quienes se declaran abiertamente separatistas, y la Monarquía parlamentaria, que encarna el Jefe del Estado, Don Felipe VI. Ese programa, cuyas líneas fundamentales deben ser explícitas, para que no den lugar a subterfugios, no sólo pondría a los actuales socios podemitas ante sus límites y contradicciones, sino que, además, podría abrir otras vías de negociación. Porque, no hay que dudarlo, la solución propuesta para superar la investidura lleva en sí misma todos los elementos que configuran la amenaza de una crisis institucional de largo alcance, que puede perjudicar gravemente el futuro de los ciudadanos. Convertir, como ya hemos señalado, el Consejo de Ministros en un polvorín político, por «diluido» que sea, no parece la mejor opción.