Referéndum en Reino Unido
Evitar la política de partido con Gibraltar
La visita del primer ministro británico, David Cameron, a la colonia gibraltareña es la de un político acorralado por una decisión cargada de populismo fácil que se le ha vuelto en contra. Cameron, en efecto, recurre a Gibraltar –donde la inmensa mayoría de sus habitantes contemplan con angustia creciente cómo las encuestas dan ventaja a la opción del Brexit– como un guiño al sector más conservador de su partido, nostálgico de las viejas glorias imperiales y, por eso mismo, partidario de que Reino Unido dé un orgulloso portazo a la Unión Europea. Muy mal tiene que ver las cosas el «premier» para romper una de las reglas no escritas en las relaciones diplomáticas con España, que se ha mantenido vigente durante el último medio siglo. El gesto no ha sentado nada bien en España, donde se ha producido una rara unanimidad entre los partidos políticos a la hora de reclamar la soberanía española sobre la colonia. Aunque el disgusto del Gobierno español es patente, el presidente en funciones, Mariano Rajoy, ha preferido dar una respuesta moderada en atención a la situación extraordinaria que atraviesa Reino Unido, pero, también, para no dar pábulo a las inevitables acusaciones de oportunismo político que verterían los otros candidatos en el caso de que se hubiera formulado una protesta diplomática, como se ha hecho con otras visitas.
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