Casa Real
Felipe VI impulsa la renovación
La sociedad española ha vivido con absoluta normalidad el proceso de sucesión de la Corona en la figura de Su Majestad Felipe VI, lo que es, sin duda, el mejor elogio para la primera Institución del Estado, perfectamente interiorizada por la ciudadanía como la principal garantía del sistema democrático de libertades y símbolo de la estabilidad política y social de la nación española. Y en este sentido, los primeros pasos del nuevo Rey han sido muy bien acogidos por el conjunto de la población, que estima en todo su valor la cercanía no afectada del Monarca, pero, también, su impulso renovador. Porque si la Monarquía representa la continuidad en la mejor expresión del término, también es cierto que el desempeño de sus altas funciones debe estar atento al ritmo de los tiempos y al progreso de las personas. Por supuesto, no se trata de abordar simples adaptaciones cosméticas a nuevas tendencias sociales, sino de señalar, incluso por delante de otros actores institucionales, el camino más indicado para superar los desafíos que afronta la nación y las exigencias de una sociedad cada vez más consciente de la ejemplaridad que debe presidir toda acción política. Es, en definitiva, el cumplimiento del deseo de Don Juan Carlos, tal y como lo expresó en su abdicación, de que a un nuevo tiempo le correspondiera un nuevo Rey. Apenas han transcurrido dos meses desde la proclamación de Felipe VI y ya se han hecho notar los primeros cambios en el funcionamiento de la Casa Real, pero Su Majestad cree que es preciso abordar cuanto antes, sin precipitaciones y desde un proceso de reflexión que no deje cabos sueltos, la renovación funcional de la Institución, de acuerdo a la normativa general –ya impulsada por su augusto padre–, sobre la transparencia de las instituciones del Estado, incompatibilidades de sus representantes y códigos de buenas prácticas, que serán los instrumentos más adecuados para evitar que actitudes personales inadecuadas puedan poner en entredicho el buen nombre de la Monarquía y deslucir su labor. A esta tarea se emplea principalmente el Rey, que ha acortado sus vacaciones para ello, junto con su equipo de alta dirección. Son varios los puntos en las relaciones institucionales que deben quedar muy bien clarificados. Desde la regulación de los regalos y obsequios ofrecidos a la Casa Real, hasta acordar cuál va a ser el tratamiento que recibirán Don Juan Carlos y Doña Sofía y qué funciones desempeñarán al servicio del Estado. También el papel de Su Majestad la Reina, Doña Letizia, cuya figura, caracterizada por su dinamismo, simpatía y capacidad de trabajo, reconocidos por todos, debe ser potenciada para el mejor servicio de España y de los españoles.
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