El desafío independentista
Junqueras confunde la política con la justicia
El líder de ERC Oriol Junqueras expuso ayer sus razones por las que llegó a pedir por su libertad ante los tres magistrados que forman la Sala del Tribunal Supremo que ha revisado su recurso de apelación. En esencia, el que fue vicepresidente de la Generalitat alegó que era un hombre religioso, «de paz», incluso apeló a su «civismo». Que uno de los líderes más resolutivos en la apuesta por la declaración unilateral de independencia abogue ahora por el diálogo y la «vía negociada» es una buena noticia. Sin embargo, para convencer al Tribunal suponemos que habrá presentado pruebas convincentes, ya que desde la Consejería de Economía que dirigía se diseñó todo el plan de secesión, y no se hizo a su espalda. Acreditar convicciones religiosas no es suficiente y, en términos jurídicos, no exime del delito cometido, como es lógico, y menos cuando se le investiga por rebelión, sedición y malversación de caudales públicos. Tampoco es determinante, como expuso el abogado de Junqueras, su voluntad de «trabajar para el millón de personas que le ha votado» o «poder estar con su familia» para que sea puesto en libertad. Junqueras, como el resto de dirigentes nacionalistas, no creen en la división de poderes y considera que ser nombrado presidente de la Generalitat –objetivo último que se disputa con el huido Puigdemont– le puede afectar a su situación legal, incluso que se cierre la causa abierta. Se equivoca.
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