Papel
La irresponsabilidad de Carmena
Los sucesos acaecidos en el madrileño barrio de Lavapiés son un claro ejemplo de las indeseables consecuencias que comportan la desinformación y la mentira. El nombre ahora es «fake news» (información falsa), pero tiene la misma catadura moral que el viejo uso político de la mentira. La diferencia es la complicidad y el uso goebbeliano –por el jefe de la propaganda nazi, Joseph Goebbels, que creía que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad– de las redes sociales, una verdadera maquinaria de injurias y odio. Los hechos no importan, pero, al final, es lo único que cuenta. La tarde del pasado jueves falleció el ciudadano senegalés Mmame Mbaye, de 35 años de edad, a causa de una parada cardíaca que le sobrevino en la calle, después de que los servicios sanitarios intentaran reanimarlo durante hora y media. No fue posible. Su muerte fue anunciada por el colectivo de manteros –actividad con la que se ganaba la vida– y por unos oportunistas grupos antisistema como causa de la represión policial, después de una persecución. Intentaron vincular dos sucesos que nada tenían que ver entre ellos: el de la muerte accidental de un hombre y el de una intervención contra la venta ambulante en la Puerta del Sol por parte de la Policía Municipal. Así lo ha reconocido finalmente el Ayuntamiento de Madrid, por boca de su delegado de Seguridad, Javier Barbero: no se ha producido «ningún tipo de intervención policial frente a él o contra él». Sin embargo, el reconocimiento de que se trataban de «dos situaciones distintas» ha llegado demasiado tarde, después de los graves incidentes producidos en la noche del jueves en Lavapiés y reproducidos de nuevo ayer. Se esperaba mayor responsabilidad por parte del gobierno de la capital, y muy especialmente de su alcaldesa, Manuela Carmena, que despachó con un tuit un asunto que ya había incendiado las redes, responsabilizando éstas a la Policía local de la muerte de Mbaye y a la persecución a que son sometidos los manteros. La alcaldesa se limitó a decir de manera equidistante y en contra de la verdad de los hechos que en «el Ayuntamiento investigaremos a fondo lo sucedido y actuaremos en consecuencia». Hubiese bastado con haberse informado previamente a través de la propia policía que ella manda y de los sanitarios del Samur que atendieron al fallecido para saber que nada tenía que ver su muerte con la intervención policial en otro punto de la ciudad. No lo hizo porque prefirió sumarse a la ola de irresponsabilidad de los partidos que le apoyan, Podemos y Ganemos Madrid. Pablo Iglesias hizo gala de una demagogia incendiaria más allá de lo que nos tiene acostumbrado al hablar de que la muerte del mantero es «inaceptable en una sociedad democrática». La manipulación del líder podemita y su falta de escrúpulos para usar el drama de unos emigrantes intranquiliza especialmente en este caso: no dudamos de que su verdadero interés es incendiar las calles y hacer verdad su antidemocrática visión de la política. Podemos ha encontrado un filón y no importa que esté basado en una mentira porque en ese «fake» constante se sustenta toda su estrategia política. Lo grave es que la primera responsable de la ciudad, Manuel Carmena, no haya asumido el mando de esta situación y ponga por delante de sus intereses políticos, ya no la verdad de los hechos –que Mbaye murió por un infarto y no por haber sido reprimido por la Policía–, sino al conjunto de los madrileños, que asisten perplejos ante el espectáculo de ver cómo su ciudad se pone al servicio de un grupo de antisistemas. Mmame Mbaye saltó la valla de Melilla hace 14 años. No tenía papeles. Buscaba un futuro mejor, pero los que ahora usan la violencia en su nombre no tenían nada que ofrecerle.
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