Grecia

La rendición de Tsipras

La Razón
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El nuevo rescate griego se podría haber evitado si el populista Tsipras hubiera actuado con rigor y sentido común. No lo quiso hacer porque los jóvenes y no tan jóvenes hijos de las clases privilegiadas de Grecia se habían instalado en la demagogia. Es cierto que resulta difícil pedir rigor a esa confusa mezcla de comunistas antisistema y populistas que conforman ese magma ideológico que es Syriza. Podemos e Izquierda Unida reivindican ahora con menos fervor a su socio griego. En un escenario de grave crisis económica como la que han vivido algunos países europeos era muy fácil excitar a la población con promesas inconsistentes en las que se esgrimía la utopía neocomunista para conseguir el poder. Los tópicos utilizados por Tsipras son los mismos que esgrimen Pablo Iglesias y el conglomerado de Podemos. Es la visión catastrofista de la situación económica, la vieja lucha de clases reconvertida al siglo XXI y el eficaz uso de la propaganda para agitar a la sociedad. La victoria de Tsipras se planteó como la llegada de un nuevo mesías de la izquierda que iba a doblegar al resto de socios de la Unión Europea. La realidad ha sido muy distinta. Nadie quería que los griegos sufrieran dificultades, pero tampoco se podía pretender que el resto de europeos pagáramos los despropósitos del Gobierno de Tsipras. No ayudó, tampoco, la actitud bravucona más propia de una taberna del Pireo que de la negociación entre los socios de la UE. Todo el mundo quiere que Grecia siga en el euro, pero no podía ser a cualquier precio. Al final, Tsipras ha capitulado, pero mientras tanto ha incrementado la gravedad de la crisis por culpa de su demagogia y populismo. El acuerdo no es ni duro ni excesivo, sino simplemente el único posible para ayudar a Grecia. La zona euro tiene que avanzar hacia una armonización en muchos terrenos y la crisis ha servido para mostrar las carencias. Rajoy hizo los deberes y emprendió unas duras y dolorosas reformas que han conseguido sanear la economía española así como resolver una buena parte de sus problemas estructurales. No lo hubiera conseguido sin asumir la impopularidad y el retroceso electoral que afectan a su Gobierno y su partido. No hay nada peor que el populismo para destruir una economía. Lo sucedido en Grecia debería servir de ejemplo para España porque la izquierda antisistema nos conduciría a un colapso irreversible. Es verdad que Europa ha cometido errores y hemos pagado la precipitación de la incorporación al euro de países que no habían hecho reformas estructurales serias y profundas. La experiencia nos tiene que servir para construir una Europa más sólida, solidaria y competitiva en un mundo globalizado donde el tamaño es muy importante. Grecia tiene una oportunidad gracias al rescate y hay que esperar que la aproveche.