Grecia
No a Europa, sí al populismo
En Grecia ha funcionado la apelación al nacionalismo primario de un pueblo sumido en el desconcierto, pero, también, el atajo victimista de la transferencia de la responsabilidad que, como coartada moral, ha proporcionado el partido en el Gobierno. En suma, el feo rostro del populismo en estado puro que apenas esconde, bajo grandes palabras huecas, lo sustancial de una maniobra de política interna destinada a salvar la posición del primer ministro, Alexis Tsipras, y de su ministro de Economía, Yanis Varufakis, tras el desastre de su proceso negociador con las instituciones europeas y el FMI. Porque, muy lejos del triunfalismo con el que se han saludado los resultados del referéndum entre los partidos radicales de izquierda y los movimientos antieuropeístas, lo cierto es que Grecia depende hoy más que nunca de la voluntad de sus socios en la Unión Europea para poder superar el marasmo económico en el que se encuentra sumida. Ayer mismo, el Banco Central griego anunciaba que iba a apelar a los mecanismos de préstamos de emergencia del Banco Central Europeo para conseguir «liquidez adicional» con la que hacer frente a sus compromisos. El país está financieramente quebrado; la banca intervenida a todos los efectos prácticos y, de no mediar un tercer rescate, el Gobierno de Atenas no podrá cubrir sus obligaciones salariales ni el pago de las pensiones en menos de dos meses. Grecia vuelve, pues, a la casilla de salida, pero en unas condiciones infinitamente peores que en las que se encontraba cuando el partido Syriza llegó al poder. Cinco meses perdidos por la incompetencia manifiesta de sus dirigentes, que ha provocado un deterioro mayor de la economía griega y que ha abiertoen el país una brecha social de difícil sutura. El Gobierno de Syriza ha conseguido el triunfo buscado en el campo interno, pero ahora afronta unas negociaciones con Bruselas en las que el reloj corre en su contra. Pese a las promesas que ha hecho Alexis Tsipras de que todo el proceso negociador se resolvería en unos pocos días, no parece que sus contrapartes puedan o quieran abordar una negociación exprés. Entre otras cuestiones, porque no todos los gobiernos de la eurozona mantienen la misma sensibilidad frente a la crisis griega, aunque estén de acuerdo en el punto básico de que la salida de Grecia del euro, el «Grexit», es la última opción a considerar. En definitiva, el Gobierno griego no sólo ha perdido capacidad de maniobra, sino que ha quedado a los pies del Banco Central Europeo, de quien dependen la supervivencia del sistema bancario griego, al menos, durante las próximas semanas. Fuera del rescate, sin haber hecho frente a sus compromisos con el FMI, Alexis Tsipras ha vencido en su demostración de fuerza interna, pero es dudoso que se trate de una victorial real.
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