El desafío independentista
Puigdemont no dialoga, sólo chantajea
La coartada del diálogo ha sido hábilmente esgrimida por el separatismo para debilitar la posición del Estado. La propaganda de la Generalitat y allegados ha distorsionado el escenario hasta convertir una monumental falsedad en una realidad que una parte de los ciudadanos de Cataluña ha asumido sin pestañear: España rechaza cualquier negociación; nos han forzado a actuar unilateralmente. La cantinela no aguanta una mínima comprobación. Después del golpe totalitario en curso, el Gobierno, con apoyo del PSOE, mostró de nuevo ayer su disposición a entablar un diálogo con la Generalitat después del Primero de Octubre o antes si se desconvoca el referéndum ilegal. Lo único que quedaría fuera del compromiso sería una consulta de autodeterminación por tratarse de una violación flagrante del ordenamiento constitucional. Lo reafirmaron hasta tres ministros distintos: Educación y portavoz, Íñigo Méndez de Vigo; Economía, Luis de Guindos; y Justicia, Rafael Catalá. Horas más tarde, la respuesta de Puigdemont a la mano tendida del Estado fue redoblar su ataque contra la democracia con la publicación en internet de la relación de los colegios de votación del referéndum suspendido por el Tribunal Constitucional. No hay pacto posible con quien no desea pactar. El separatismo nunca quiso establecer una interlocución leal con el Gobierno, sino un trágala, un sometimiento a sus exigencias, un chantaje. Plantear un proyecto para dinamitar los derechos y las libertades de los ciudadanos como una exigencia sólo demuestra que su objetivo siempre fue liquidar España.
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