España
Recesión por contagio
El último trimestre de 2012 fue negativo para Europa. Según Eurostat, la recesión se agravó en la zona euro tras caer su PIB un 0,6% en ese periodo y en la Unión Europea, un 0,5%. En el tercer trimestre del pasado año, la economía había caído un 0,1% en la eurozona, después de haber retrocedido un 0,2% en el anterior. Los datos son concluyentes y describen un empeoramiento acelerado en la recta final de 2012, provocado fundamentalmente por las tasas negativas registradas en las grandes economías: Alemania y Francia. Berlín sufrió una contracción del 0,6% y París, del 0,3%, respecto al trimestre anterior. Resultó también significativo el caso de Holanda, una de las economías en principio más saneadas, que ha entrado en recesión. Hoy son ya ocho países en esa situación. Por contra, sólo cinco estados de la UE mantienen la tendencia al alza de su economía. Las razones para este agravamiento de las principales locomotoras europeas, especialmente Alemania, cabe buscarlas en la débil demanda europea y la frágil coyuntura mundial, que afecta a sus exportaciones y, por tanto, repercute negativamente en la producción industrial. El efecto contagio del estancamiento de las economías periféricas, que los mandatarios de las «naciones ricas» se empecinaron en relativizar, ha resultado demoledor y una lección dramática para quienes pensaron que podrían salir en solitario e incluso alentaron una Europa de dos velocidades. No será así y Alemania, Holanda o Finlandia se encuentran en el camino de aprender una dolorosa lección. Hay cierta coincidencia entre los analistas en que es obligatorio estimular la recuperación de la demanda interna para promover un contagio positivo en Europa. Se discrepa, sin embargo, en cómo afrontar esa política incentivadora en un contexto de consolidación fiscal y se cuestionan incluso la disciplina y la rigidez presupuestarias, a las que se responsabiliza del panorama recesivo. Olli Rehn, vicepresidente de la Comisión Europea, defendió esta semana la «cultura de estabilidad» consagrada en la gobernanza económica reforzada de la Unión en combinación con la posibilidad de articular una relajación en los plazos para el cumplimiento del déficit en escenarios de deterioro económico inesperado, pero siempre para países que hayan cumplido con el esfuerzo fiscal acordado, como España. Es una opción razonable, aunque matizable. La economía depende de no descuidar la red de complejos equilibrios en la que se cimenta. Los desajustes o la frivolidad en el manejo de los mismos se pagan caros. En España lo sabemos bien. La consolidación fiscal es imprescindible. Sólo el saneamiento y la solvencia generan confianza y crédito, pero es también decisivo aplicar los estímulos precisos en los momentos adecuados para abonar el terreno del crecimiento.
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