A pesar del...

«Ellas prefieren otro capitalismo»

El capitalista no busca ganancias «frente» a las de la sociedad, sino que nunca puede obtenerlas sin que la sociedad gane

Este era el llamativo titular de un artículo en el suplemento económico de «El País», que leí con interés.

Lo primero que impacta es la colectivización: «ellas». Esto es habitual en el autodenominado progresismo, que agolpa a las personas concretas en grupos supuestamente con ideas y reivindicaciones comunes. Por ejemplo: «El movimiento feminista propugna una economía más social, en la que el individualismo deje paso a la familia y se pague un salario por los cuidados… Las mujeres reclaman que los cuidados sean remunerados y que se anteponga el bienestar social al material… El capitalismo actual no sirve al modelo feminista porque busca multiplicar sus ganancias económicas frente al beneficio de la sociedad».

Pero la economía es social por definición, y los individuos no dejan paso a la familia, sino que viven en ella. El capitalista no busca ganancias «frente» a las de la sociedad, sino que nunca puede obtenerlas sin que la sociedad gane. Amancio Ortega no se hizo millonario obligando a los transeúntes a que entraran a comprar en las tiendas de Zara: fueron, precisamente, muchas mujeres las que libremente eligieron comprar sus productos, no porque buscaran el beneficio de Ortega sino el suyo, como clientas.

Algunos aspectos son entrañables como la supuesta uniformidad ideológica de las mujeres. Lo dijo Carmen Calvo: el feminismo solo puede ser de izquierdas. Así, decía «El País» que, sí, bueno, puede haber mujeres economistas liberales, pero eso es «algo que chirría mucho a las feministas».

En cambio, no les chirría en absoluto el problema de que los «cuidados remunerados» deberán ser pagados por alguien. Piden más gasto público, incluso un Plan Marshall, sin preocuparse por el hecho de que millones de mujeres van a ser forzadas a pagarlo mediante impuestos.

Posiblemente, lo más revelador sea la estipulación de las pretendidas preferencias de todas «ellas». Observará usted, señora, que no rechazan el capitalismo. Hace 50 años la izquierda no se andaba con remilgos: pedía directamente el socialismo o el comunismo. Pero cayó el Muro, y el cuento ya es más complicado para engañar a muchas mujeres. Entonces, el truco ahora es decir que la izquierda, con todos sus tics anticapitalistas y antiliberales, ya no está en contra del capitalismo, sino a favor. Eso sí, nunca está a favor de este, sino de otro.