
El trípode
Ahora Salazar: «quien quiera ver y entender, vea y entienda»
Esta situación pone de relieve la doble cara del socialismo sanchista que se atrevía a ufanarse de su feminismo, mientras su número 1 alega desconocer a nivel personal a ambos personajes, Ábalos y Salazar
El «caso Salazar» ha puesto de manifiesto, para quien «quiera ver y entender», lo que es el actual PSOE sanchista. Que gustaba referirse al Frente Popular social comunista gubernamental, definiéndolo como una coalición «progresista y feminista». Los casos no precisamente susceptibles de ser calificados como feministas, protagonizados por Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón, significados dirigentes y referentes políticos de esa coalición, ya provocaron un notable descenso en la frecuencia y el tono con que solían utilizar esa autoelogiosa denominación política. Posteriormente, fueron los casos judiciales de Ábalos y Koldo los que dieron a conocer conversaciones intercambiadas entre ellos, y cuya lectura provoca sonrojo y vergüenza ajena, por lo poco ejemplar de sus contenidos relativos a mujeres. Y que dieron un nuevo serio toque de atención a lo improcedente de esa autocalificación política. Pero cada día que pasa, se van conociendo nuevos casos judiciales en esa misma línea, y lo significativo es que poseen el común denominador de formar parte los afectados del inmediato círculo de confianza de Sánchez. Que acredita de manera tajante que, si algo caracteriza al sanchismo dirigente, es un degradante machismo. De momento, la última incorporación ha sido la de Francisco Salazar, quien ha sido una persona de total confianza personal del «puto amo» –en expresión de Puente, su ministro de Transportes–, hasta el punto de trabajar desde hace seis años en La Moncloa, en destinos políticos significativos a su servicio. Ahora han trascendido denuncias de mujeres que trabajaban allí, que le acusan de actos propios de un machismo pornográfico y patológico. (Por si fuera poco, ayer también ha trascendido que el líder del PSOE en Torremolinos ha sido denunciado también por actos de acoso sexual en la línea de Salazar). Esta situación pone de relieve la doble cara del socialismo sanchista que se atrevía a ufanarse de su feminismo, mientras su número 1 alega desconocer a nivel personal a ambos personajes, Ábalos y Salazar, que literalmente han sido de su total confianza personal y política. Si a esta lista añadimos a Santos Cerdán, resulta que, tras perder la confianza en Ábalos, le designó a él para ser su «hombre» al mando en Ferraz, y cuando también tuvo que prescindir de él, el designado para tomar su relevo precisamente fue el tal Salazar, que no pudo ser designado por hacerse públicas algunas de esas denuncias, y hasta entonces desconocidas. Es decir, que dos sucesivos secretarios de organización –virtuales jefes ordinarios del PSOE desde Ferraz– y el designado como siguiente de la lista tienen ese común perfil «progresista y feminista». Si añadimos a Koldo, se completa, de momento, el cuadro de honor del sanchismo.
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