Tribuna
Escuchar, comprender y buscar puntos de encuentro
Los ciudadanos no podemos vivir permanentemente recibiendo información parcial e interesada
El escenario político derivado de las últimas elecciones está marcado por la ruptura del diálogo entre el Gobierno y el principal partido de la oposición, principalmente. Esa ruptura se ha manifestado especialmente en los actos de celebración del 45 aniversario de la Constitución y no es nada bueno para nuestra democracia.
Entre el narcisismo y la prepotencia que muestra el presidente del Gobierno y algunos de sus ministros y los condicionantes que le imponen aquellos partidos que han posibilitado su investidura se mueve el escenario político actual hacia unos terrenos inexplorados. El que ejerce el poder tiene la responsabilidad de ejercerlo con moderación y en beneficio de todos, esta es la esencia de la democracia.
Un catedrático de derecho constitucional mencionaba hace unos días algo que me dejó perplejo. «En la constitución española conviven un motor de construcción del Estado pero también de su destrucción». Efectivamente, si se destaca un artículo en particular, como hizo la presidenta del Congreso el día 6 de diciembre, sin tener en cuenta el equilibrio que representan otros, ni los principios y valores de la Constitución, efectivamente es un motor destructivo sujeto a la interpretación parcial.
La Constitución es suficientemente ambigua en algunos puntos, según el catedrático citado, que se presta a esa interpretación al no existir líneas rojas en determinados aspectos. Pero las ambigüedades citadas se solventan en cuanto se analiza un artículo concreto en el contexto global de la Carta Magna y el equilibrio manifestado en el texto constituyente. Si cada cual comprende el artículo que le interesa, como le place, sin tener en cuenta los demás, nos podemos encontrar el borde de la ruptura de ese equilibrio constitucional.
Como muchos analistas coinciden, la Constitución es mejorable en algunos aspectos, ya que surgió en el contexto constituyente y en el tiempo que le tocó. Es hija de su tiempo, de la transición política, de una ley de la reforma política y de una transmisión de los poderes absolutos del Rey a la soberanía nacional. Por ello hay que analizarla, sin aspavientos, en su contexto histórico, cultural, económico, político y social de su tiempo. Alumbrado su 45 cumpleaños, ya madurita, quizá haya llegado el momento de mejorarla, teniendo en cuenta que si se abre a la revisión también puede empeorar debido al excesivo peso relativo de partidos minoritarios en el conjunto. Aspecto que habría que corregir asumiendo la violenta oposición de los partidos minoritarios del espectro político.
Decía en el título que hay que escuchar, comprender y buscar puntos de encuentro y efectivamente lo es principalmente entre los dos partidos mayoritarios. Pero claro, en ese escuchar no podemos estar moviéndonos en el dominio de la «desinformación». Este dominio es singularmente escabroso, pues no se trata de trasladar falsas noticias ni mentiras, al final antes se coge a un mentiroso que a un cojo, según el popular dicho, se trata de decir la verdad incompleta, sacada de contexto para extraer beneficio político.
Permítanme un ejemplo reciente, que por su evidencia es el que mejor lo explica. En la sesión de investidura el candidato indicó que el líder del principal partido de la oposición «no quería ser presidente» y a continuación se partió de risa para reforzar lo irrisorio de la frase. Sin embargo ocultó, intencionadamente y porque le ponía en evidencia, la parte final y más importante de la frase que completa y textualmente decía «no quiero ser presidente del Gobierno, a cualquier precio». Esto es desinformación en sede parlamentaria.
Los ciudadanos no podemos vivir permanentemente recibiendo información parcial e interesada, donde se oculta lo que hace daño al partido del relator y se ensalza lo que perjudica al contrario. No podemos acceder a los medios de comunicación con el resquemor de que la información no es veraz o es incompleta. Como se dijo, con razón después del terrible atentado ocurrido en Madrid, «no nos merecemos un gobierno que nos mienta», frase acuñada por el partido que hoy en día nos gobierna y que debería aplicar cumplidamente.
Lo que nos merecemos es que los diputados y senadores de los partidos que se sientan en las Cortes Generales, se pongan, con respeto y educación, a escuchar a los demás, a comprender su posición a pesar de que difiera de la suya y a buscar puntos de encuentro en favor del bien común. Cada partido tiene sus intereses políticos legítimos e irrenunciables, pero no puede situarlos por encima de los principios y valores constitucionales, ni por encima del bien común, que es el bien de todos y no de unos pocos. La búsqueda de soluciones con voluntad de entendimiento y sin imposición es improrrogable ante los retos a los que nos enfrentamos.
Luis Feliu Bernárdez,general de brigada retirado. Academia de las Ciencias y las Artes Militares.
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