El bisturí

Si el PP no espabila, Sánchez resistirá hasta el final

Como todo en esta vida, no son uno o dos, sino varios y abundantes los factores que explican que el Ejecutivo de coalición no se desmorone por completo

Pocas veces como hasta ahora se había visto en España a un Gobierno tan débil, malherido y en situación tan agónica y, sin embargo, con tamaña capacidad de supervivencia. Es lo que ocurre con el Ejecutivo de Pedro Sánchez, abrasado por denuncias e investigaciones judiciales de corrupción que afectan al círculo íntimo del propio presidente, a la cúpula del partido, a más de un ministro, a más de una dirección territorial y algún que otro asesor, y que encima se encuentra desacreditado por la pésima gestión de servicios públicos esenciales, porque en la España de hoy se corta la electricidad, se apaga la luz, la sanidad flaquea víctima de la insuficiencia financiera, la educación es un drama y los trenes se paran, pese al pago de impuestos récord para que tales eventos no sucedan. En la España de Sánchez todo va mal y, pese a ello, el presidente y sus acólitos todavía resisten en las encuestas electorales. Su caída demoscópica no refleja, desde luego, el hundimiento que deberían provocar tamaña muestra de desatinos y actos de nepotismo, y las supuestas prevaricaciones y desfalcos, amén del suspenso rotundo en el manejo de la cosa pública.

¿A qué se debe esta resiliencia? ¿Ha perdido España la conciencia crítica? ¿Se han magnificado acaso los lunares negros del sanchismo? ¿Es la economía la que está salvando a los socialistas del hundimiento definitivo, como presumen ellos mismos? ¿Es culpa del PP, que no aprovecha el viento de cola que debería lanzarle hacia La Moncloa? ¿Es el gran aparato mediático que tiene a su disposición el sanchismo el que evita los estertores de la muerte de un régimen que dura ya siete años y que supuestamente agoniza?

Como todo en esta vida, no son uno o dos, sino varios y abundantes los factores que explican que el Ejecutivo de coalición no se desmorone por completo, pero quizás los más importantes radiquen en la sólida base electoral que sustenta al PSOE y que nunca desciende de una línea fija por muy mal que lo haga, en la fuerza propagandística que rodea a la izquierda desde tiempos inmemoriales, en el desapego y hastío de la población hacia la política y todo lo que proceda de ella, y en los propios errores del principal partido de la oposición, incapaz de trasladar de forma certera a la ciudadanía los efectos que provocará el lodazal creado por Sánchez, ni de quitarse el estigma de avanzar con la sombra de la ultraderecha a sus espaldas, a pesar de que dicha ultraderecha no sea más que una falacia de la izquierda con la que atemorizar al electorado. Si el PSOE suspende claramente en la batalla de la corrupción y de la gestión, en la de las ideas el PP es hasta ahora el gran perdedor, pese a asistirle de fondo la razón en los enfrentamientos con el Gobierno, circunstancia que debería ser objeto de especial análisis en el próximo congreso del partido. En el área económica, por ejemplo, algunos indicadores arrojan desde hace tiempo señales alarmantes que quedan difuminadas por un halo mediático oficial que los populares no han sabido desmontar. La deuda pública está disparada por encima del 100% en un entorno de sangría tributaria y el empleo es tan precario que el 52% de los españoles percibe menos de 1.700 euros al mes. O el PP aprende a trasladar la gravedad de todo esto o Sánchez aguantará sin problemas lo que queda de legislatura.