Editorial

La espantada de Vox sólo sirve a Sánchez

Abascal y su grupo de leales han hipotecado el presente y el futuro de una fuerza política, otra más, que ha decidido dejar de ser útil a los españoles y a sus necesidades para ocuparse únicamente de los devaneos y las ínfulas de su casta dirigente

Vox ha decidido dinamitar los acuerdos con el PP en Aragón, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura y Murcia que han propiciado estabilidad a esos territorios y han facilitado una acción de gobierno responsable y eficiente, en algunos casos superando un legado muy negativo de la izquierda. Ha sido la reacción de Santiago Abascal a la decisión de los presidentes populares de aceptar el reparto voluntario de 347 menores migrantes no acompañados, de la que ha responsabilizado con gruesas palabras a Alberto Núñez Feijóo. Es cierto que la formación conservadora había avisado de las consecuencias que acarrearía que se alcanzara cualquier tipo de compromiso en la Conferencia Sectorial de Infancia y Adolescencia celebrada este miércoles en Tenerife para afrontar el escenario humanitario de colapso en las Islas Canarias. Como también resulta un hecho que el discurso desabrido contra el primer partido del país ha sido una constante inalterable de Vox, con descalificaciones, si se quiere, tan aceradas o más que las vertidas sobre la izquierda gobernante. O lo que es igual, más que un socio, ha preferido el papel de adversario y no especialmente contenido y respetuoso con la palabra dada. Así que debemos pensar que, más que una pataleta o un calentón político, el desenganche o la ruptura es el colofón de una secuencia meditada en línea con una estrategia y un plan determinados, especialmente azuzado por la irrupción a su derecha de una opción antisistema como Alvise que considera un peligro para su porvenir. Que sea o no una maniobra a la defensiva y preventiva no le resta un ápice de frivolidad y de insensatez, adoptada desde Madrid sin mayor fundamento que el mero capricho cesarista que pone en jaque la gobernanza que afecta a millones de españoles. Porque conviene aclarar que Vox zarandea y maltrata a unos gobiernos que estaban funcionando bien en líneas generales y lo hace a pesar de que la acogida de inmigrantes, y concretamente el reparto de menas, no se menciona en ninguno de los pactos alcanzados con el PP. En otras palabras, ni Núñez Feijóo ni los barones respectivos han conculcado convenio alguno, algo que Abascal no puede decir. La grotesca decisión, se consume como se consume, ha contribuido a debilitar la alternativa al sanchismo en su peor momento, acosado por la corrupción, los escándalos y chantaje de sus cómplices. Regalar balones de oxígeno, allanar el camino de Moncloa, no es contribuir al cambio que la nación pide a gritos, sino favorecer la continuidad de un régimen calamitoso. De paso, Abascal y su grupo de leales han hipotecado el presente y el futuro de una fuerza política, otra más, que ha decidido dejar de ser útil a los españoles y a sus necesidades para ocuparse únicamente de los devaneos y las ínfulas de su casta dirigente. Los gobiernos populares deben sopesar todas las opciones para garantizar la gobernabilidad que permita la gestión que los ciudadanos y sus problemas demandan.