El trípode

Una felonía histórica contra España

Sabido es que para el separatismo catalán la lengua es utilizada como instrumento fundamental para reivindicar su carácter de «nación sin estado» y poder ejercer en plenitud el derecho de autodeterminación para obtenerlo.

La destrucción de los elementos de cohesión y vertebración nacional de España por parte de Sánchez, el PSOE y su gobierno no tiene límites. Lo acabamos de comprobar una vez más con el reciente documento enviado por su Frankenstein a la UE, en relación al reconocimiento del catalán en las instituciones europeas. Los argumentos utilizados son propios de quien quiere acabar con la identidad nacional e histórica de España, para la que desea una «forma de Estado» (meramente transitorio) opuesto a la Monarquía parlamentaria, y que es la de una república plurinacional y bolivariana, integrada por naciones con derecho al ejercicio de la autodeterminación. Así lo reiteran sus socios separatistas catalanes y vascos acompañados del bolivariano Urtasun y cía. Todo en perfecta consonancia con la estrategia del Grupo de Puebla sucesor del Foro de Sao Paulo promovido por Fidel Castro y Lula da Silva para esconder –que no eliminar– el comunismo marxista leninista, tras la desaparición de la URSS en 1991. No se olvide que Sánchez, Yolanda, Iglesias, Montero, Belarra … pertenecen al Grupo de Puebla, junto a todos los dirigentes iberoamericanos alineados con ellos: Maduro, AMLO, Boric, Petro, etc. El documento ha sido remitido apenas tres meses después de ser rechazada la anterior petición de modificar el reglamento comunitario para incorporar como lenguas oficiales el catalán, el gallego y el euskera, invocando que la diversidad lingüística y su pleno reconocimiento es parte de la «identidad nacional». Solo falta precisar que es de la identidad «plurinacional» española.

Sabido es que para el separatismo catalán la lengua es utilizada como instrumento fundamental para reivindicar su carácter de «nación sin estado» y poder ejercer en plenitud el derecho de autodeterminación para obtenerlo. Sin duda esa reiterada petición a Bruselas ha sido exigida por Puigdemont en la correspondiente sesión mensual de control en Suiza a la que somete a Sánchez para seguir en la Moncloa. No es solo un acto de corrupción política sin precedentes esa «amnistía integral y a la carta» a cambio de los siete votos del prófugo de la justicia, sino que esta reiterada petición conociendo la estrategia del separatismo es una conducta prevaricadora y connivente con él. Si a Sánchez se le permite continuar con esa felonía durante toda la legislatura, podrá afirmar como dijera Alfonso Guerra –en otro momento y desde una perspectiva diferente– que «a España no la va a conocer ni la madre que la parió». Entre otros motivos, porque no existiría como tal. Sería un mero ente republicano y confederal, gestor de los restos de la «ex España». Pero no prevalecerá ese felón propósito.