Editorial
Un gobierno terminal demanda elecciones
Alguien tan pagado se sí mismo como Pedro Sánchez no debería tener miedo a las urnas.
Podrá discutirse la decisión judicial que ha enviado a prisión preventiva a José Luis Ábalos y Koldo García, pero lo cierto, como ha señalado el fiscal Luzón, es que ningún poder del Estado puede sustraerse al derecho penal y que las largas penas de cárcel solicitadas por las acusaciones justifican la medida provisional, más si la vista oral está prevista para dentro de unos meses. Pero la noticia del encarcelamiento de quien fuera mano derecha del presidente del Gobierno y artífice, junto con Koldo García y Santos Cerdán, de su vuelta como secretario general del PSOE, vino acompañado del rechazo en el Congreso a la senda de estabilidad, con lo que se da una nueva estocada a los Presupuestos Generales, dejando patente que el Ejecutivo ha perdido la mayoría parlamentaria. Es cierto que Pedro Sánchez puede mantenerse en el poder sin presupuestos, sin garantías de apoyo de sus socios y bajo el fuego graneado de unas investigaciones de corrupción que, cada día que pasa, adquieren nuevos ribetes sombríos -el último, la presunta financiación irregular con la que acudió a las primarias de su partido, denunciada por Koldo García-, pero no parece que en estas circunstancias pueda hablarse de que en España actúa un gobierno capaz de tomar decisiones. No. Estamos en una situación terminal, en la que unos presuntos delincuentes tienen en sus manos los hilos de la continuidad del Ejecutivo, y la única respuesta gubernamental es poner en marcha la máquina del fango, con el uso de los medios de comunicación del Estado, para atacar al Poder Judicial, como si a estas alturas del partido los jueces fueran a amilanarse por unas acusaciones más de prevaricación. Y todo ello, cuando en la Comisión Europea comienzan a ponerse nerviosos ante la falta de respuesta del gobierno a sus requerimientos contables, en pleno retorno a la disciplina fiscal comunitaria. Así, puede que los socios de la investidura, que todavía consideran que se puede exprimir más a Sánchez, estén dispuestos a asumir la corrupción socialista como propia y a mantener al Gobierno, no importa el desgaste que conlleve, pero la realidad es que no se pueden abordar los intereses generales de los españoles desde la precariedad actual, sin capacidad siquiera para planificar la gestión a corto plazo y con la amenaza cierta de una nueva prórroga presupuestaria, la tercera, acto impropio en cualquier gobierno que se precie. Una vez más, hay que insistir en que la única salida posible para esta incalificable situación es la convocatoria de elecciones adelantadas. Que sean los ciudadanos quienes sancionen con su voto, o no, esas políticas de las que el Gobierno de Pedro Sánchez se muestra tan orgulloso y, de paso, ponga en su sitio, o no, a los malvados jueces que actúan contra los honrados socialistas. Porque alguien tan pagado se sí mismo como Pedro Sánchez no debería tener miedo a las urnas.