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Letras líquidas

Hacer la mili en Copenhague

Poner nombre a las cosas suele mejorar la percepción que se tiene de ellas, aunque a veces, en cambio, pueda distorsionarla

Si usted ha estudiado periodismo, lo sabrá. Si no, se lo cuento. Hay noticias y noticias. Vaya obviedad, ¿no? Lo que quiero decir es que hay distintos tipos de noticias o, dicho de otro modo, hechos que se convierten en noticia por criterios distintos. Para que una información tenga relevancia es necesario que se dé, al menos, alguno de esos factores, que sea un acontecimiento novedoso, reciente, que afecte a un número considerable de personas, que sea excepcional, polémico, que afecte a un personaje público o que resulte de alguna utilidad. Los criterios de noticiabilidad de los manuales de redacción periodística. Casi todas las informaciones que usted recibe se adaptan a estas circunstancias, pero hay algunas cuyas consecuencias exceden nuestro tiempo y se proyectan al futuro. Tienen una dimensión histórica. Y de esas ahora tenemos unas cuantas: todas las relacionadas con Rusia, Ucrania y la guerra que arrasa el país desde hace ya más de dos años.

Es evidente que solo los visionarios pueden anticipar el futuro, pero también lo es que únicamente los muy distraídos rechazan las señales que la vida les va poniendo por el camino. Y en este segundo grupo estaríamos los ciudadanos del siglo XXI si no supiéramos dimensionar la gravedad de lo que está ocurriendo al este de Europa, sobre todo en las últimas semanas. Desde el intento fallido del asesinato de Zelenski (¿cómo estaríamos ahora sin el adjetivo fallido?) hasta la victoria de Putin en las urnas (¿había otra posibilidad?) pasando por las muchas derivadas e implicaciones del atentado en Moscú, los avisos constantes de organismos internacionales o el realismo de los países colindantes con Rusia. Poner nombre a las cosas suele mejorar la percepción que se tiene de ellas, aunque a veces, en cambio, pueda distorsionarla. Si nos referimos a una tercera guerra mundial creemos, más bien, que es una exageración fantasiosa, pero Dinamarca, recordemos, acaba de implantar el servicio militar obligatorio también para las mujeres. Pues eso.

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