Aunque moleste
En ningún caso la violencia
Hay mucha representación y cálculo político en la cruzada antisionista de Sánchez
Patética la forma que tiene Sánchez de combatir las barbaridades de Netanyahu en Gaza. Alentar protestas violentas contra Israel es propio de quienes consideran que hay una violencia mala (sionista) y una buena (antisionista). Peor incluso. Todo cuanto toca nuestro presidente queda enmarañado por un frío cálculo de interés electoral. Si de verdad quiere combatir a Israel sin armas, tiene muchas vías pacíficas para hacerlo, sin necesidad de alentar la protesta violenta contra la Vuelta, como hizo el domingo. Puede, por ejemplo, impedir que participe en Eurovisión, o retirarnos del Mundial de fútbol, en la medida en que en ese Mundial estará el equipo judío. No lo hará, igual que aún no ha materializado el embargo de armas ni va a romper relaciones diplomáticas con Tel Aviv, aunque podría hacerlo. Como en tantas otras cosas, Sánchez usa el dolor de otros en beneficio propio. Lo vimos en la pandemia, en la guerra de Ucrania, con la dana valenciana y los incendios del verano. Y ahora en Gaza. No hay desgracia que escape a su interés partidista, aprovechando la lógica indignación de miles de ciudadanos por la injustificable respuesta de Netanyahu a los atentados de Hamás.
La verdad es que es desproporcionado tomar medidas contra deportistas o artistas por el hecho de que sus gobiernos protagonicen agresiones bélicas. No tienen culpa los ciclistas judíos de la injustificada actuación de su primer ministro, como tampoco los deportistas o escritores rusos por la invasión de Putin a Ucrania. Solo que en el caso de Rusia hay un boicot vigente, mientras que no se ha hecho lo mismo con Israel. En ningún supuesto la ciudadanía debe pagar por las actuaciones de sus gobernantes. Ni los judíos ni los palestinos ni los rusos, por mucho que aquí se haya querido diferenciar tomando medidas contra los eslavos, pero no contra los israelíes.
Toda violencia es reprobable. Fueron miserables quienes justificaron los crímenes de ETA con la expresión «algo habrán hecho», y lo son los que, desde posiciones de izquierda, entienden el asesinato de Charlie Kirk, pues defendía a Donald Trump. Kirk jamás hizo apelación alguna a la violencia política. Al contrario. Aunque le han acusado de ser sionista, su discurso fue siempre contundente contra la actuación de Netanyahu, llegando incluso a afirmar literalmente que el ataque del 7 de octubre fue una operación interna de Israel, es decir, una falsa bandera orquestada para justificar la anexión de Gaza, primero, y Cisjordania después, con la intención de ocupar toda Palestina.
El problema es que Kirk era «malo» por ser de derechas. Desde la izquierda no han sido pocos los que han «entendido» el crimen, igual que el domingo la misma izquierda defendió la interrupción violenta de la Vuelta por participar en la carrera un equipo judío. Peor aún es el hecho de que quien justifica la violencia sea el propio Gobierno, su presidente en persona. Denuncia la Policía que se dieron instrucciones para no intervenir, para permitir que un grupo de reventadores agresivos dinamitara la carrera. Piden los sindicatos la dimisión del delegado del Ejecutivo, por connivencia con los activistas violentos que hirieron a 22 agentes.
Algo nos dice que en la cruzada antisionista de Sánchez hay mucho de representación y cálculo político. No es la primera vez que lo hace. Ni será la última.