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Las correcciones

Los halcones israelíes piden el fin de la guerra en Gaza

«¡Detengan la guerra en Gaza!». Primeras espadas de la seguridad de Israel como Ehud Barak, exjefe del Estado Mayor y primer ministro; Danny Yatom y Ephraim Halevy, exjefe del Mossad; pero también del Shin Bet, (la agencia de seguridad interior), como Ami Ayalon, Yaakov Peri o Carmi Gillon han escrito al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para que ponga fin a la guerra que dura ya veintidós insoportables meses. La carta no está firmada por palomas pacifistas alejadas de la enorme complejidad del conflicto israelopalestino, está integrada por halcones militares que han combatido sobre el terreno y dirigido con astucia operaciones militares en Gaza.

«Nuestra opinión profesional es que Hamás ya no representa una amenaza estratégica para Israel», afirman los 600 antiguos funcionarios de seguridad agrupados en el movimiento Comandantes para la Seguridad de Israel (CIS). «Su credibilidad (en referencia a Donald Trump) ante la gran mayoría de los israelíes aumenta su capacidad para guiar al primer ministro (Benjamin) Netanyahu y a su Gobierno en la dirección correcta: poner fin a la guerra, devolver a los rehenes y acabar con el sufrimiento», escriben. «Lo hicisteis en Líbano. Es hora de hacerlo también en Gaza», suplican al mayor aliado de Israel, el presidente estadounidense ampliamente respetado por el pueblo israelí, a diferencia de los recelos que despiertan algunos dirigentes europeos en la zona. «Al principio, era una guerra justa, una guerra defensiva, pero cuando logramos todos los objetivos militares, dejó de serlo», afirma el CIS. Advierten del riesgo de ser derrotados moral y políticamente tras haber renunciado a sus principios y haber caído en una espiral de destrucción y muerte.

La carta se envió después de que Hamás publicara tres vídeos en los que se veía a dos rehenes israelíes demacrados y esqueléticos, con los que la organización terrorista quería presionar al primer ministro israelí para que permitiese la entrada de ayuda humanitaria en Gaza. De las 251 personas secuestradas durante los atroces atentados terroristas del 7 de octubre, 49 siguen en cautiverio –27 de ellas han sido declaradas muertas por el Ejército israelí– y 22 se están muriendo en vida.

La crueldad de Hamás no tiene límites y está en el origen de este ciclo bélico que está moviendo los cimientos de Oriente Medio, pero un primer ministro de un Estado democrático como el israelí no debería competir con una organización terrorista para ver quién provoca más muertes. «Nunca el Estado hebreo, en legítima defensa tras una agresión sin precedentes, debería haber caído tan bajo, hasta tal punto de inhumanidad que permite a su enemigo situarse al mismo nivel», ha escrito Philippe Gélie en un duro editorial en «Le Figaro».

Criticar la política de Netanyahu no significa estar en contra del Estado de Israel como quiere hacernos creer el primer ministro hebreo con su retórica maniquea. Pedir el fin de la guerra en Gaza tampoco supone favorecer a Hamás. La solución a largo plazo no puede pasar por una ocupación permanente e ilegítima de la Franja de Gaza, sino por el reconocimiento de los dos Estados. La creación de un Estado palestino que excluya a Hamás de sus órganos de gobierno y renuncie a la violencia es la única forma de romper la lógica de la destrucción mutua. No es una fantasía, es la única alternativa realista.