A pesar del...
La honra de Mujica
Al ser amnistiado en 1985, tuvo el gran mérito de renunciar al terrorismo y también a la venganza y al rencor
Tituló El País: «Muere el expresidente de Uruguay Pepe Mujica, el revolucionario tranquilo». Los medios incurrieron en el habitual paternalismo hacia los terroristas latinoamericanos, a los que nunca llaman terroristas sino «guerrilleros», pero lo de El País fue particularmente llamativo, porque no parecieron darse cuenta de que ninguna revolución es tranquila, y la de José Mujica, menos.
En efecto, lo que honra a Mujica no es que fue un revolucionario tranquilo, sino que fue un revolucionario que dejó de serlo. La tranquilidad no fue simultánea, sino posterior.
La revolución en Uruguay derramó tanta sangre inocente como en todas partes. Apuntó Miguel Henrique Otero, presidente y editor del diario El Nacional de Venezuela: «Los Tupamaros fueron una organización criminal que asaltaba, secuestraba y asesinaba. Algunos de sus crímenes, como el fusilamiento en 1971 de un desafortunado campesino que por casualidad tropezó con el lugar donde los Tupamaros ocultaban armamento, evidencian la ferocidad que había crecido dentro de la organización».
Mujica integró esa banda de revolucionarios, fanáticos, ladrones, secuestradores y homicidas. Recordó Carlos Granés en ABC: «No les importó que Uruguay fuera uno de los países más libres e igualitarios del continente. Querían imponer el socialismo a toda costa. La democracia era para ellos un sistema exhausto. No se dieron cuenta de que sus acciones violentas le daban un pretexto al ejército para hacer realidad la profecía, pero en sentido inverso: Uruguay no tendría socialismo, tendría una dictadura cívico-militar».
Mujica pagó sus terribles errores con muchos y también terribles años de cárcel. Allí es cuando empieza a ganarse la honra, no por haber sido un revolucionario sino por rechazar la revolución y por abrazar la democracia y la libertad que antes había combatido. Habiendo sido un castrista, pasó a criticar la dictadura cubana o los desmanes de Chávez. Dice Granés: «Esto fue lo admirable de Mujica: supo criticar los excesos antidemocráticos de los suyos».
Su mérito no fue la tranquilidad, ni tampoco la austeridad que lo hizo célebre. Hay malvados frugales y serenos. Pepe Mujica, al ser amnistiado en 1985, tuvo el gran mérito de renunciar al terrorismo y también a la venganza y al rencor. Resume Otero: «No más enemigos, sino adversarios políticos. Hay que buscar el entendimiento, especialmente con quienes piensan de un modo distinto. Este es, muy probablemente, el más significativo capítulo en la vida de Mujica».
Descanse en paz.