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El buen salvaje

Idus del 8-M

Lo peor de todo esto es que ser puta es algo muy serio y se está convirtiendo, como en su día pasó con la violencia de género, en un carnaval de asuntos frívolos

La victoria de «Anora» en los Oscar ha dejado claro que hay historias menos pringosas que la de Jessica, aunque infinitamente más tristes. Anora no cobraba de un gobierno sino de un oligarca ruso, que para eso están los oligarcas rusos. La ministra de Igualdad, Anita la fantástica, en una entrevista a «El País», contestó el lunes como una párvula: «Me gustaría cerrar esta legislatura con una ley abolicionista de la prostitución». Es lo que diría una adolescente en su examen o lo que respondería una candidata a Miss ministra del Gobierno feminista con camiseta no mojada en la final del certamen. Ninguna mención al tema en su dimensión real, la de Ábalos, por ejemplo, ex altísimo alto cargo de su partido, pero sí a la extrema derecha a la que acusa de querer a las mujeres «con la pata quebrada en casa», una de esas terribles frases hechas y huecas. Casi mejor que deseara la paz en el mundo. Sobre la ultraderecha, que pregunte a Mireia Borrás, un decir. La ministra habla del puterío como algo que sucede en desiertos muy lejanos. No sé si alguna vez plantó un ósculo en la mejilla del putero. Hasta Pedro Sánchez ha caído en que Ana Redondo es un completo círculo vacío, un círculo vicioso, como las volutas de humo de aquellos que han aprendido a fumar como un chulo. Redondo es una hipócrita al cuadrado.

La ministra vive su semana grande, dícese de estos días que acabarán en los idus del 8 de marzo, con anuncios andropáusicos, pues no hay peor bajón que el de la mentira. Un partido, qué digo, un Gobierno, en el que ser una escort se paga con un puesto público, sólo hay que aprender a leer y escribir. Es maravilloso legislar de boquilla, como quien baila en una barra americana que todo lo enseña pero nada hace, aunque hasta para eso hay que practicar gimnasia cerebral. Lo peor de todo esto es que ser puta es algo muy serio y se está convirtiendo, como en su día pasó con la violencia de género, en un carnaval de asuntos frívolos. Bastaría con que al final de la legislatura nos pagaran por esta prostitución fiscal a la que nos han sometido.