Canela fina

La inmensa popularidad y el rechinar de dientes

«La respuesta popular británica a la coronación ha puesto de relieve el sufragio universal de los siglos»

Si alguien me preguntara qué prefiero yo, la República de Finlandia o la Monarquía de Arabia, contestaría que, por supuesto, la República de Finlandia. Pero si yo pregunto a un republicano serio qué prefiere, la Monarquía danesa o la República chilena de Pinochet, seguramente me respondería que la Monarquía danesa. En pleno siglo XXI, la forma de Estado debe reconocer que la soberanía nacional reside en el pueblo y que es el pueblo el que, a través de la voluntad general libremente expresada, hace las leyes.

Como una cuestión de hecho, la ONU clasifica, entre las diez naciones más democráticas del mundo, a siete Monarquías parlamentarias. Entre ellas está el Reino Unido. Tras la Guerra Mundial y durante muchos años, Inglaterra ha sido la nación de vanguardia del mundo. Carnaby Street, en Londres, era el faro de la juventud nueva y desde los Beatles y Mary Quant al Parlamento, las máximas expresiones de la libertad emanaban de Inglaterra. Da risa que algunos hablen de la Monarquía como de una Institución anacrónica y obsoleta. La Corona preside los países más modernos y vanguardistas del mundo.

Tras el acongojante funeral por Isabel II, lo que ha ocurrido el pasado fin de semana ha conmocionado a medio orbe, pegado a las pantallas de televisión. El pueblo británico se ha lanzado a las calles, ha acampado incluso varios días para disponer de sitio y asistir a la coronación del Rey Carlos III. Imposible negar una realidad que ha ocupado varias horas en una buena parte de las televisiones del mundo, España incluida, donde RTVE tuvo el acierto de retransmitir en directo la jornada de la coronación.

No fue propiamente un acto político sino una ceremonia sustancialmente religiosa, larga, demasiado larga tal vez, un poco tediosa quizá, pero solemne, tradicional e impresionante. Tom Utley, el prestigioso escritor británico, colaborador del Daily Mail, ha dicho que lo acontecido en Londres y en muchas ciudades británicas es una demostración incontestable de la inmensa popularidad de la Monarquía, lo que ha provocado «el rechinar de dientes» de algunos columnistas, comentaristas y tertulianos de televisión.

La respuesta popular, en fin, a la coronación de Carlos III ha puesto de relieve la existencia del sufragio universal de los siglos.

Luis María Anson,de la Real Academia Española