Editorial

La insultante euforia económica del Gobierno

La España sanchista no es una referencia en crear empleo, sino en trocear el que hay, con menos horas trabajadas que nunca por semana

Resulta conocido que una de las señas de identidad del Gobierno de la izquierda y la extrema izquierda es que nunca comete errores, que todas sus iniciativas en cualquier ámbito de la vida pública se contabilizan como éxitos y que, por lo tanto, la autocrítica es un ejercicio melancólico que no viene a cuento. La economía es un campo paradigmático sobre esa destreza común en el sanchismo que reivindica a nuestro país como una historia de éxito sin parangón en Europa gracias a las políticas de progreso apadrinadas por el presidente y, según sus palabras, la mejor ministra de Economía de los últimos 40 años, Nadia Calviño. Aunque las estadísticas son un cedazo que pone a cada uno en su sitio y criba la salud financiera del país, la fábula monclovita no altera una coma sean los números negros o rojos como es el caso. Ayer mismo, Pedro Sánchez se jactó de que España se encuentra a la cabeza de Europa cuando estaba a la cola antes de su advenimiento y se sacó de la manga hitos para componer una suerte de milagro de los panes y los peces contra toda razón económica y los informes de los principales organismos e instituciones nacionales e internacionales, incluida la Comisión Europea, servicios de estudios y agencias de calificación. La España de Sánchez y Calviño sí está a la cabeza, pero en aumento de deuda, en tasa de paro y en pérdida de poder adquisitivo, a 15 puntos de la media de la UE en renta per cápita, temeroso como pocos de que Bruselas recupere las reglas fiscales, imponga orden en las cuentas y pase a mejor vida el dopaje con los fondos comunitarios y los favores del BCE. Las evidencias de la desaceleración, si no de la recesión, y los agudos desequilibrios de la economía constituyen una sombra alargada sobre la quimera sanchista. El mercado de trabajo se lleva la palma en ese espejismo cebado con cartas marcadas en un farol que no se sostiene más que con ocurrencias como los fijos discontinuos. Los últimos datos han dejado de nuevo en evidencia esas carencias. La habitual caída de la hostelería y el frenazo de la actividad económica han propiciado el peor noviembre en términos de empleo de los últimos tres años con la destrucción de 11.583 puestos. El paro cayó en 24.573 personas en un mes tradicionalmente positivo, pero la contratación indefinida bajó un 8,6% en el último año y solo el 17,2% lo fue a tiempo completo. La España sanchista no es una referencia en crear empleo, sino en trocear el que hay, con menos horas trabajadas que nunca por semana. Prometer el pleno empleo, hablar de ello siquiera, es, además de poco serio, un insulto para los españoles que padecen la precariedad y a los que se quiere acallar con un nuevo subsidio de paro que supone en la práctica una enmienda a la totalidad a esa política que nos habla de éxito y no para de repartir limosna a sus crecientes damnificados.