Canela fina
Letizia: por sus frutos la conoceréis
Leonor y Sofía se han ganado la simpatía del pueblo. La educación que las define se debe a la atención que, desde la infancia, han recibido de la Reina Letizia
La princesa de Asturias se ha convertido en un icono de la juventud española. Leonor ha conquistado el cariño de la nueva generación, también el respeto de la intelectualidad adulta y la voluntad de los ancianos. Desde los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire está aprendiendo la doble enseñanza secular de su familia: el amor a España, el servicio al pueblo. Y sería injusto no subrayar la calidad humana de la Infanta Sofía, tan inteligente, tan sencilla, tan identificada con el espíritu de su generación, vertebrada siempre por el sentido del humor, según afirman los que la tratan.
Si por sus frutos la conoceréis, la Reina Doña Letizia puede sentirse orgullosa de la educación que ha dado a sus dos hijas. Aparte la contribución del Rey Felipe VI, a ella ha correspondido sustancialmente la alta responsabilidad histórica. Las dos adolescentes son el fruto de la inteligencia, del amor, del sentido común, del conocimiento de la realidad que desborda a Doña Letizia. Que tendrá defectos como todos los tenemos, sobrepasados sin embargo por la abrumadora realidad de sus cualidades y sus virtudes.
Las invectivas de cierto periodista anciano, las atrocidades que a veces se deslizan desde algunas plataformas, el rencor de determinados libros miserables, todo se estrella en la muralla de serenidad de una mujer que, en contra de lo que muchos pronosticaban, se ha ido ganando año tras año el cariño del pueblo español y el respeto internacional. No se trata de una opinión. Es un hecho cien veces comprobado. Don Felipe acertó al elegir esposa. La suya fue una historia de amor profundo con la esperanza de que la mujer elegida reunía además las condiciones de inteligencia, responsabilidad y solidaridad con los desfavorecidos, imprescindibles para alcanzar el éxito en el papel que la Historia le tenía reservado, papel de excepcional dureza, pues, como escribió Quevedo, «el reinar es tarea, que los cetros piden más sudor que los arados y sudor teñido de las venas». Hace un año, en estas mismas fechas, con motivo del acto de entrega de los Premios Princesa de Asturias en Oviedo, escribí: «Me parece la ocasión adecuada para subrayar la sencillez de Doña Letizia, su espíritu constructivo, su sentido del humor y su incansable trabajo que la han convertido en una Reina impecable».