Letras líquidas
Libertad, libertad
Aunque muchos aspiran a adulterar la libertad, ella se mantiene fiel a su esencia, tan firme y tan setentera, sin ira, dejándolos decir, hacer y hasta equivocarse
Decidida y desnuda, guio al pueblo en los trazos de Delacroix; se encarnó en la amiga más pequeña y revolucionaria de Mafalda; Franzen transitó sus múltiples variables en un novelón de más de 600 páginas; los inmigrantes que estrenaban sueño americano la encontraban en una enorme representación que mutó en Nueva York del marrón al azul verdoso y generaciones de niños andaluces aprendimos a pedirla entonando himno y estribillo cada 28 de febrero.
La libertad y algunas de sus formas. Hay muchas más. Todas las versiones que oscilan entre esa «facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos», según la RAE, y las vertientes más culturales y artísticas, menos académicas. Sus reflejos, sus proyecciones, sus definiciones: la eterna lucha entre el albedrío y el destino y, de un tiempo a esta parte, se suma otra variante, más argumentativa, y esgrimida como emblema vistoso de eslóganes políticos. Márquetin de ideario promocionado, por ejemplo, por Milei en sus discursos, en los que arremete contra la justicia social sobre la que se construyó y se construye Europa, que sostiene sus pilares de socialdemocracia y de democracia cristiana. Ideas que descontextualizan siglos de espíritu del Viejo Continente, estado de bienestar mediante, y que apelan a ese artefacto ideológico que definen como «anarcoliberalismo» y que desconcertaría a Smith o Locke. Doctrinas que intentan reconfigurar la libertad como eje de una sociedad políticamente organizada, pero que enarbolan la desaparición del Estado, excediendo las costuras que marca cualquier sistema occidental en el que se respetan las medidas de freno y control que evitan situaciones de injusticia o desprotección o ambas. Y, aunque muchos aspiran a adulterar la libertad, ella se mantiene fiel a su esencia, tan firme y tan setentera, sin ira, dejándolos decir, hacer y hasta equivocarse.
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