Méritos e infamias

Maldita resaca

¿Con qué habrán brindado nuestros colegas de la UE cuando Pedro Sánchez se largó de la presidencia?

En la Cámara de los Lores se trincaron una barbaridad de botellas de champán durante el año pasado. Toda la que cabe en más de 100.000 libras y en el buche de un británico sentado en un escaño elegido a dedo por el Rey. Pero ¡maldito espectáculo!, ya nada permanece en la vieja Gran Bretaña, pues resulta que el que se chivó a la prensa fue un parlamentario escocés bastante envidioso y poco amigo del bebercio. Mal asunto, si desde Escocia se ponen un poco melindres con esta jugosa cuestión nacional.

En una ocasión, Hugh Thomas me contó que en el bar del Parlamento siempre aguardan botellas de sherry para calmar los ánimos tras las tediosas sesiones de sus señorías y desde entonces me pregunto si en la Carrera de San Jerónimo tienden más al carajillo, al gin tónic o al agua con gas a secas, que es tan sana que te pone la barriga como un tonel mientras te limpia la conciencia.

¿Con qué habrán brindado nuestros colegas de la Unión Europea cuando, pasada la última campanada, Pedro Sánchez se largó de la presidencia de turno? Un verdadero misterio, pues esta salida por la gatera se hizo así, a gatas. «Muchas gracias y hasta pronto», estos seis meses, como sesenta años caminando por el desierto, sólo sirvieron para dar lustre al ya de por sí pulido ego de nuestro presidente y para socavar un poco más la imagen internacional de España.

Esto de mandar en Europa como de mentirijilla nos hizo acariciar la vida que disfrutan los chicos listos, forzudos y guapos del continente sólo un ratito. Al final se torció el invento y nos tragamos una buena colección de sapos, uno tras otro, al más puro estilo Pedro Sánchez que, en el colmo de su éxito, fue aplaudido por Hamás cuando se puso chulito con Benjamin Netanyahu al recriminarle los bombardeos sobre Gaza. «¡Así se habla!».

Pero hombre, si tuvimos además la mala suerte de entregarle el testigo de la presidencia a Bélgica, que es una cosa que no tiene gracia ninguna. Un desastre en toda regla pese a que Sánchez se colocó un «sobresaliente», que puede alcanzar la matrícula de honor, si perdemos finalmente los 6.600 millones de euros de los Fondos de Cohesión que nos tocan por pertenecer al clan de los tiesos. Un dinerillo extra debido a que nuestra renta per cápita se sitúa por debajo del 90% de la media de nuestros vecinos de Unión Europea. Sí, somos de los últimos de la clase, aunque desde La Moncloa nos insistan en que vivimos en un paraíso progresista y no quieran poner la mano para trincar la pasta por una cuestión de orgullo patrio. «¿Ha dicho patrio?». Eso sería reconocer que hemos retrocedido, que nuestro país no marcha tan bien como creemos y que seguimos muy lejos de París, Bruselas, Viena y del poderoso Berlín…

Nuestra presidencia de la Unión Europea subió como la espuma de ese champán que se tomaron los lores y acabó en el mal despertar de la lengua seca que te deja el carbónico en el gaznate. Ahora toca mirar hacia el interior, a nuestras miserias patrias, a darle alpiste a los que te hicieron presidente, a lidiar con tu quilombo nacional. Qué nostalgia de fiestas, ¿verdad?, presidente. Qué mala pata.