Escrito en la pared

Mar Rojo

Que la Armada española no esté en ninguna de estas misiones es un desdoro para el país, pues también nuestra economía está afectada

Los ataques de los hutíes yemeníes a las naves que transitan por el Mar Rojo se han convertido en una rutina que pone en riesgo una parte relevante del tráfico marítimo internacional, afectando al comercio y, sobre todo, a sus costes. Esto se debe a que ya se han registrado desvíos hacia la ruta más segura y cara del cabo de Buena Esperanza, así como al aumento de las primas de seguro. Los diseñadores de esa campaña –que está teledirigida desde Irán contra los intereses israelíes, aprovechando el conflicto de Gaza– parecen inspirados en la vieja doctrina del bombardeo estratégico, uno de cuyos teóricos –el comandante de aviación H. S. Hansell– escribió hace casi nueve décadas que «si se destruyen los puntos de estrangulamiento del enemigo su economía se derrumbará». Esto es precisamente lo que pretenden los hutíes: colapsar las economías occidentales –y de paso la de Israel– por la vía de impedir sus suministros llegados desde Asia o, al menos, de encarecerlos sustancialmente. Es cierto que, de momento, la capacidad de los atacantes no parece suficiente para generar un impacto económico relevante, como ha señalado en nuestro caso el Banco de España, aunque esta misma institución advierte que «resulta necesario vigilar de cerca la situación».

Estados Unidos lidera en este momento una coalición de países que ha enviado buques de guerra al teatro de operaciones para, por una parte, frenar los ataques lanzados con misiles y drones por los hutíes y, por otra, ejercer represalias contra éstos. La Unión Europea prepara una alianza similar, aunque con un objetivo meramente defensivo que excluye el castigo a los agresores. Una opción ésta muy discutible, pues si algo aprendió nuestra Armada en su lucha contra los piratas de Berbería es que, cuando los atacantes operan desde bases en tierra, su eliminación requiere actuar ineludiblemente sobre estas últimas. Que la Armada española no esté en ninguna de estas misiones es un desdoro para el país, pues también nuestra economía está afectada. Que ello sea el fruto del antisionismo de la izquierda que nos gobierna es también una deshonra que nos retrotrae a la vieja política antijudía del final del siglo XV. Urge una rectificación que aparte este racismo deleznable de nuestro horizonte.