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Sin Perdón

La mentira del genocidio en la estrategia de Sánchez

«La actitud de Sánchez con esa inexistente equidistancia, que esconde un profundo antisemitismo, no hace otra cosa que favorecer al gobierno terrorista y genocida de Gaza»

Los antisemitas europeos utilizan la mentira del genocidio para atacar a la democracia israelí. Es un sentimiento profundo y milenario que se remonta a la dominación romana sobre el territorio del pueblo judío. A estos se unen los desinformados, consciente o inconscientemente, y los acomplejados que no se atreven a levantar su voz frente a la mentira que favorece al gobierno terrorista de Gaza. Los antisemitas y los políticos desaprensivos como Sánchez han instalado la idea de que negar el genocidio es políticamente incorrecto. Es cierto que muchos utilizan el subterfugio de culpar a Netanyahu, un gobernante democrático a diferencia de lo que sucede con los dirigentes de Hamás. No es verdad que la reacción frente a la matanza genocida perpetrada por Hamás el 7 de octubre sea responsabilidad únicamente de Netanyahu y sus aliados. Fue la reacción justa de Israel frente a la declaración de guerra del gobierno de Gaza y su brazo armado. No existía ninguna razón para iniciar el conflicto salvo los intereses de Irán, que controla a Hamás, y el objetivo de dinamitar los avances en las relaciones entre Israel y los países árabes.

La primera cuestión fundamental es que hubo una clara declaración de guerra como sucedió con la invasión de China por Japón en 1937 y de Polonia por Alemania en 1939 dando lugar al inicio de la Segunda Guerra Mundial en el Frente Europeo. Nuestra visión eurocéntrica hace que ignoremos que el mayor conflicto bélico de la Historia comenzó con la segunda guerra sino-japonesa e incluso nos podríamos remontar a la invasión de Manchuria en 1931. Los alemanes y los japoneses, gobernados por regímenes autoritarios y criminales, cometieron genocidio contra los judíos, unos, y los chinos y coreanos, los otros. Las atrocidades fueron impresionantes en ambos frentes, aunque la más cuantiosa y que más golpea la conciencia europea es el Holocausto. Más de seis millones de judíos fueron exterminados de forma sistemática en un plan que perseguía acabar con once millones. No fue solo Hitler y muchos alemanes, desgraciadamente, sabían lo que estaba sucediendo y no hicieron nada para impedirlo. Unos pocos se jugaron la vida y algunos la perdieron combatiendo al nazismo.

Por tanto, el pueblo israelí ha sido nuevamente agredido como ha sucedido siempre a lo largo de la Historia. Desde la proclamación del Estado de Israel hasta nuestros días no ha comenzado ninguna guerra, sino que se ha tenido que defender de aquellos que buscan la desaparición de Israel y el exterminio del pueblo judío. Sánchez debería saber que es lo que significa el lema palestino «desde el río al mar». Este plan sí es un auténtico genocidio que completaría el emprendido por la Alemania Nazi. ¿Qué tenía que hacer Israel? Una opción era no hacer nada o matar a una cifra similar de seguidores de Hamás y esperar pacientemente el siguiente ataque. Hay que ser muy ignorante o tener mala fe si alguien cree o defiende esa idea de proporcionalidad ante el acto militar de un gobierno que significaba una declaración de guerra. Una vez más nos podemos remontar a otros conflictos o a la reacción de Estados Unidos y sus aliados invadiendo Afganistán tras el 11-S. Hamás, al igual que Hitler o Stalin, dos de los mayores criminales de la Historia, entiende que una respuesta moderada es una muestra de debilidad de su enemigo. Los conocimientos de Sánchez sobre este tema son tan escasos como sesgados, porque comparar el gobierno terrorista de Gaza, que controla un territorio y tiene un auténtico ejército, con ETA es increíble. Alguien le debería explicar la diferencia y es una osadía propia de la ignorancia referirse a la experiencia española para acabar con ETA. Y, también, que no fue un gobierno socialista el que acabó con la banda terrorista. Fue una obra colectiva de los diferentes gobiernos, el cambio del contexto internacional tras el 11-S y la magnífica labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, los jueces y los fiscales. Por tanto, debería ser más prudente en su estrategia de utilización del conflicto en beneficio propio.

La reacción de los países árabes es muy interesante, porque confirma que están hartos de la estrategia de Irán y de los palestinos radicales, que utilizan a la población como rehenes en su guerra. Hay que recordar que el 20 por ciento de los ciudadanos israelíes son palestinos. No se puede hablar de un genocidio por parte del ejército de una democracia que advierte con tiempo, además, cuando realiza una operación militar. A pesar de ello, el antisemitismo se ha sumado a la causa de Hamás y habla de genocidio a la vez que los acomplejados gobiernos de algunos países europeos han decidido reconocer un inexistente estado palestino. Hay que preguntarse también por la reacción de los sectores más moderados encabezados por la Organización para la Liberación de Palestina. Es bueno recordar el odio entre ambos grupos y que las brigadas de Al-Aqsa matarían, también, a todos los seguidores de Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina. La actitud de Sánchez con esa inexistente equidistancia, que esconde un profundo antisemitismo, no hace otra cosa que favorecer al gobierno terrorista y genocida de Gaza.

Estamos ante uno de los conflictos más manipulados de la Historia para beneficiar a los criminales de Hamás y deslegitimar a la democracia israelí. No hay ningún genocidio, sino una tragedia humanitaria provocada por los terroristas palestinos que utilizan a su pueblo como escudo humano y no quieren acabar la guerra. No tendrían más que devolver a los rehenes que sigan vivos y los cadáveres de los que han asesinado. Israel ha perdido una vez más el relato, como sucedió con los pogromos que ha sufrido a lo largo del tiempo de manos de los antisemitas, pero no puede perder la guerra porque sería su fin.

Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)