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Insensateces

Los monetes

Qué generosidad tan enorme la de mostrarnos un camino de paz, tranquilidad, y madurez mental para asumir el último paso con tanta plenitud. Morirse con el alma completa

Se ha muerto Jane Goodall, una señora magnífica. Tanto, tan fascinante era, tan extraordinariamente importante y distinta, que a mí me han preguntado si era mucho de ella o poco. Como una definición de mi pensamiento. Como si fuera necesario estar a favor o en contra de alguien, como si ser de Jane Goodall te colocara en un lugar peor, o peligroso, o dudoso. Como si no serlo diera lugar a una conversación anti woke o algo así, como si no serlo acabase abriendo el melón sobre lo malo que son los animalistas. Vivimos en un mundo que es gilipollas, que no entiende nada. Porque, además de ser primatóloga, Goodall era, sobre todo, una mujer profundamente preocupada por el ser humano. Y por eso decía que su animal favorito no era el chimpancé porque eran demasiado parecidos a las personas y, como le pasa a las personas, hay muchos que son malos. Los hay leales, nobles, y los hay demasiado listos y con dobleces. Con gestos humanos y con comportamientos humanos. Su animalico favorito eran los perros. Cómo no ser de Jane Goodall. Cómo no entender toda su profundidad y sus ganas de preservar a los monetes para ayudar al mismo sujeto.

Pero había otra cosa fascinante en esta mujer que acaba de morir. Y lo decía tomando té y acariciando a un golden. Y es que su mayor aventura no era la pasada, sino la que le venía en breve. La muerte.

Acoger esa etapa inevitable con la serenidad de esta mujer es admirable. Es la nueva revolución. Mientras la medicina estética avanza mucho más que otras, mientras se trata de retrasar el envejecimiento, mientras tu amiga de cincuenta necesita estar con otra gente que la haga sentir más joven, llega Jane Goodall y nos dice que su próxima aventura es morir. Qué generosidad tan enorme la de mostrarnos un camino de paz, tranquilidad, y madurez mental para asumir el último paso con tanta plenitud. Morirse con el alma completa. Y dijo, además, que no sabía si había algo después, pero que su cabeza le decía una cosa y los testimonios de otras personas le decían que había, efectivamente, algo después. Y tenía ganas de comprobarlo. Qué maravilla esa mujer. Cuánto consuelo y esperanza.