Insensateces

El murmullo

Es lo más sobrecogedor: que al Papa que más simpatías ha concitado entre personas sin fe, se lo quieran cargar los que aseguran que la tienen

Ha estado enfermo Francisco estos días y, afortunadamente, ya se ha vuelto a su residencia. Hoy, si no hay nada que lo desaconseje, tiene previsto presidir la Misa en la Plaza de San Pedro y seguir con su exigente agenda durante la Semana Santa, incluido su mensaje «Urbi et Orbi» de la Pascua de Resurrección, uno de los más importantes del año. Ha pasado una bronquitis y cualquier infección respiratoria a los ochenta y seis años no mola nada, pero ahí sigue el Papa, de nuevo imparable. En cuanto pudo, se levantó de la cama. En estos días ingresado, ha compartido pizza con el equipo médico que le atendía en el Gemelli para agradecerle su abnegación y su espíritu de servicio; ha cenado con los miembros de la Gendarmería; ha visitado las plantas de Oncología Infantil y Neurocirugía Pediátrica donde bautizó al pequeño Miguel Ángel; ha repartido chocolate y rosarios entre los niños y sus familiares. Todo eso ha hecho este cura argentino inquieto, indomable, que nunca se resigna por más obstáculos que le ponga su cuerpo. Cuesta trabajito, sin embargo, acostumbrarse a esa pesada insistencia que tienen algunos de querer buscarle sustituto a las primeras de cambio. Il Corriere de la Sera ha hablado estos días del «peligro de un Cónclave en la sombra», de los cuchillos afilados de sus detractores ante el posible deterioro físico del Papa. El Santo Padre es plenamente consciente de ello. Conoce a la perfección las maniobras, la marejada, las tormentas y la división creada desde dentro para conseguir tumbarle, mostrarle vulnerable, para que creamos que no puede, para ir empujándole hasta la puerta. El mundo asiste atónito a la campaña en contra que le han patrocinado desde dentro los propios. Eso es lo más sobrecogedor: que al Papa que más simpatías ha concitado entre personas sin fe, se lo quieran cargar los que aseguran que la tienen. En un momento en el que debería estar primando la compasión hacia Francisco, toman altura los instigadores. Puede que Bergoglio dude de sus fuerzas, de su capacidad; puede que dude incluso de si es el indicado para seguir con su misión o debe dejar paso a otro. Cada día es un murmullo. Propio y externo. Pero, de momento, querido Francisco, renacimiento. Ave Fénix a volar.