Al portador

Nadia Calviño, desde la ingenuidad a la soberbia

Ha reconocido su intervención donde no debía. El problema es que es algo prohibido y perseguido por las autoridades estadísticas europeas

Edmond de Goncourt (1822-1896), que escribió parte de su obra a cuatro manos con su hermano Jules (1830-1870), explicaba que «la estadística es la primera de las ciencias inexactas». La disciplina, desde entonces, ha avanzado mucho, pero sigue sin haber logrado la exactitud. Por eso, un mismo dato permite interpretaciones diferentes. Nadia Calviño lo comprobó en sus tiempos de ministra de Economía. Quizá por eso, como describe en su recién publicado libro «Dos mil días en el Gobierno», intervino de forma directa para que el Instituto Nacional de Estadística (INE) afinara –es una manera amable de decirlo– sus datos. La versión más abrupta diría que intervino para que las cifras fueran más favorables al Gobierno. Lo que ocurrió es que el INE daba unos porcentajes de subida del PIB menores de lo que esperaba y deseaba Pedro Sánchez. Calviño y el entonces ministro José Luis Escrivá apuntaban que las cifras del INE no medían bien lo que ocurría en la realidad. El resultado fue la dimisión –para evitar una destitución– del presidente del organismo, Juan Manuel Rodríguez Poo, y su relevo por Elena Manzanera, entonces responsable de las estadísticas en Andalucía y persona de confianza de María Jesús Montero cuando fue consejera de la Junta. Los resultados no se hicieron esperar y, poco después, el INE inició una serie de revisiones –algunas criticadas por los técnicos– siempre al alza, y en varios casos de forma notable, del PIB. El cálculo de ese dato tiene importancia más allá de argumentar que la economía va mejor o peor. El déficit y la deuda pública se referencian al PIB y cuanto mayor sea, también es mayor el margen para ambos. Un ejemplo lo aclara. Ayer, el Banco de España publicó que en septiembre la deuda total de las Administraciones Públicas alcanzó otro récord absoluto, al llegar a los 1,71 billones de euros. Son 74.000 millones más que un año antes. Sin embargo, en porcentaje la deuda ha pasado de representar el 104,2 al 103,2% del PIB, algo de lo que el Gobierno presume. La aparente contradicción se explica porque, con un PIB mayor, el porcentaje se reduce. Quizá por eso Calviño intentaba que el INE «mejorara» los datos. Ahora, ya sea por ingenuidad o soberbia, ha reconocido su intervención donde no debía. El problema es que es algo prohibido y perseguido por las autoridades estadísticas europeas y que –no debería ser el caso– podría poner en solfa las estadísticas españolas y generar desconfianza hacia el país, porque, claro, «la estadística es la primera de las ciencias inexactas», como decía Goncourt.