Al portador

Ochenta años de servidumbre en un país sin liberalismo

El partido de Abascal –aunque tuvo liberales en sus inicios– es cualquier cosa menos liberal y también sueña con el intervencionismo, por muy opuesto que sea al de Sánchez, cada vez mayor

David Hume (1711-1776), el gran filósofo escocés del «empirismo», pasado por el «escepticismo», advirtió de que «es raro que una libertad, cualquiera que sea, se pierda de una vez». La cita encabeza «Camino de servidumbre», el libro de Friedrich A. Hayek (1899-1992), de cuya publicación se han cumplido 80 años en marzo. En España, un país sin liberalismo, el aniversario ha pasado inadvertido, salvo excepciones testimoniales. El libro, con su dedicatoria histórica «a los socialistas –hoy sería a los socialdemócratas– de todos los partidos», es uno de los referentes del liberalismo siglo XX. Las tesis que defiende, no es que hayan envejecido, sino que los últimos acontecimientos, mundiales y españoles, las han rejuvenecido, en un mundo que derrapa hacia el estatalismo y los regímenes iliberales. Hayek, premio Nobel de Economía en 1974, acepta en «Camino de servidumbre» la idea de que, bajo ciertas condiciones, «una red de seguridad social, en temas de salud educación y empleo, es compatible con una sociedad». Incluso Keynes –enfrentado con Hayek durante años–, elogió el libro, algo que ocultan o ignoran los cada día más numerosos enemigos del liberalismo. Hayek prevenía del «proceso por el cual una sociedad se encamina hacia la servidumbre sin que medien, de forma obligatoria, intenciones maliciosas –aunque existen– de quienes detentan el poder, sino como el resultado de reemplazar los millones de deseos y acciones de los individuos por un proyecto político», resume la politóloga y editora argentina Karina Mariani. Javier Milei, presidente argentino es uno de los contados políticos seguidores de Hayek que, sin embargo, se equivocará si, como anuncia, viene a España para apoyar a Vox en las elecciones europeas. El partido de Abascal –aunque tuvo liberales en sus inicios– es cualquier cosa menos liberal y también sueña con el intervencionismo, por muy opuesto que sea al de Sánchez, cada vez mayor: alquileres, intentos de control de precios, subvenciones, entrada en Telefónica y dominio –con fines electorales– de RTVE por ahora. Mientras, los liberales españoles, entre los que tampoco figura Feijóo, predican en el desierto, con el hándicap de que son pocos y no siempre bien avenidos, «caben en un taxi y están peleados», decían en la transición. Ahora hay alguno más, pero –más allá de disputas como las de Huerta de Soto contra Rallo– apenas los justos para recordar a Hayek y que «es raro –pero ocurre– que una libertad se pierda de una vez», la reflexión profética, real y muy actual de Hume.