Insensateces

Oviedo

El discurso de la Princesa de Asturias tu discurso tuvo de todo: cercanía, ternura, y hasta humor

Como todos los años, tanto la retransmisión de la ceremonia de la entrega de los Premios Princesa de Asturias como el posterior Telediario de TVE, fue un prodigio televisivo. Con sobriedad (la que requiere el momento), con mucho trabajo de realización, de guion y de montaje, fue una tarde noche magnífica la del viernes. La tele pública demostró que tiene todo el sentido y demostró el sentido que tiene. Cada una de las piezas incluidas, tratadas con mucho mimo, con intención, con palabras elegidas al detalle. Pepa Bueno estuvo soberbia. Iba elegantísima, con un traje de chaqueta que brillaba con sus movimientos y dio, además, la sensación de dominar todo el espacio. Sobre todo el de las entrevistas donde no tuvo que mirar ni una sola vez un papel. Se paseó como el que camina por su casa en el Hotel Reconquista de Oviedo y nos mostró encuadres que definían perfectamente la escena. A pesar de todo el ruido que provoca el ente público, al César lo que es suyo.

Por lo demás, la ceremonia en sí cumplió con lo esperado. Una mezcla de emociones y de protocolo en la que, a medida que pasa el tiempo, se comprueba cómo crece en todos los aspectos la Princesa Leonor. Se le notan algo los nervios en el temblor de su voz por momentos, pero está creciendo en presencia de forma innegable. Su discurso tuvo de todo: cercanía, ternura, y hasta humor. Tuvo tiempo para hacer guiños a su generación, para acordarse de los inmigrantes y para defender la democracia frente a la intolerancia. La necesidad de tratar bien al prójimo y escuchar al diferente. Muy importante ese camino en una mujer nacida para reinar. El Rey estuvo en su línea, impecable, pero un poco más emocionado de lo normal al anunciar que cederá el protagonismo a su hija. La verdad es que provoca bastante ternura contemplar que hay sentimientos que no se pueden embridar ni con una corona encima. Y de fondo, la Reina. Esplendorosa sin necesidad de decir una palabra pero cuya sombra se nota presente a cada paso, como si su control no necesitase exhibición. Señora, yo no sé si Vd. es republicana o no, pero la dignidad que aporta a lo institucional no entiende de bandos.