Opinión
La pedocracia
En el nuevo sistema, soltar a rodar en el mundo los peores defectos, ventosidades y fluidos, te acercarían al éxito.
Marco Aurelio en sus Meditaciones, libro que les recomiendo y que, sin embargo, el emperador escribió para aleccionarse a sí mismo, insiste en que con trabajo duro, esfuerzo y dominio propio, lo normal es obtener una vida plena y satisfactoria…
En general, los estoicos, promovieron la elevación y la meritocracia, y no les digo que no, para destacar, hasta ahora, había que ser sabio y trabajar lo mismo que los demás y tres horas.
Julio Cesar, e incluso Napoleón serían del mismo parecer, no imaginaron un fenómeno paralelo pero en dirección inversa, el de un nuevo sistema, la pedocracia, donde soltar a rodar en el mundo los peores defectos, ventosidades y fluidos, te acercarían al éxito.
Por supuesto, no me refiero al éxito interior, ético o estético (sin integridad, inteligencia y moral es imposible ser feliz, ser bello y estar en paz) pero definitivamente sí al aplauso de los demás. Veamos cuáles son:
La primera la mentira: Maquiavelo habló largo y tendido de las bondades de la manipulación, pero aquí y con Sánchez, por poner el ejemplo más inmediato, hemos logrado el extremo más grosero. En realidad no sé qué es más difícil, si soportar a un mentiroso o a un amante de la verdad. Lo que parece claro es que tanto para decir verdades como para decir mentiras hasta ahora era necesario ser inteligente y coherente. Digo hasta ahora porque en las circunstancias actuales (de amnesia o anestesia intelectual y moral) uno no sólo no será penalizado por sus engaños, sino que harán las veces de lanzadera.
Desvergüenza: lo ideal con esto del rubor es ir dotado de lo justo, ni mucho ni poco, que diría un castizo. Un exceso de timidez y retraimiento lo hace a uno poco competitivo (y soporífero en la cama, ¿no?), pero en nuestra sociedad, ahí tenemos a la buena de Inés Herrand (AKA “estoy hasta el coño” en RTVE…), cuanto mayor grado de escatología, física y psicológica uno despliegue más papeletas tendrá para alcanzar la admiración de los (cándidos) demás.
Malos modales: por lo que a mí respecta, más allá de clasificar y reciclar las basuras, la mayor aportación que podemos hacer en favor de la vida en la tierra y el buen funcionamiento de la sociedad es sencilla: ser educados. Sin embargo, la educación y las maneras _creadas precisamente para ocultar nuestras miserias fisiológicas y morales, no imponérselas a nuestros congéneres y de paso no comernos las suyas_ hoy en día se consideran obsoletas, cursis. El “ganador” del siglo XXI es tristemente el que se abalanza sobre el trozo más grande de la tarta y se la zampa, mientras el resto de comensales se colocan la servilleta sobre las rodillas.
Majadería: El majadero dice lo que piensa, sin filtro, se diferencia del inteligente, en que lo hace sin siquiera sospechar las consecuencias ni como sus opiniones pueden alterar el entorno. El necio y la necia triunfarán en las discusiones o debates, no por su argumentario, ni su dialéctica, sino precisamente por su falta de empatía, rigor y delicadeza.
Obscenidad: En nuestra pedocracia, donde se han olvidado (denostado) diría, valores como la honestidad (económica, política y sexual), la abnegación, la mansedumbre, la compasión, la elegancia y la autenticidad, ser un pequeño psicópata o, por decirlo suave un inconsistente, es un camino mucho más directo a la victoria. Ya saben lo que decía Groucho: “Estos son mis principios pero si no les gustan…”.
Chabacanería: si desea usted la popularidad en cualquier ámbito de las relaciones humanas, ya sea uno tertuliano, político, dentista, columnista o monarca, deberá ser un poco zafio. Como decía Coco, la elegancia siempre exige renuncia; si no quieren renunciar a nada en esta vida, y cebarse como puercos, desinhibidos, desencadenados… háganme caso, practiquen la grosería y la ordinariez, que pronto darán sus frutos.
Pelota: este atributo es de exigencia incuestionable en cualquiera de los ámbitos de la vida pública del régimen de Sanchez, un jerarca que destierra a ese lugar designado como fachosfera (el único donde se respira algo de dignidad) a todo el que no le dora la píldora hasta la abyección. Les advierto, tengan, queridos, mucho cuidado con el adulador, que detrás de sus halagos, la mayoría interesados, hay un mezquino valiéndose de nuestra vanidad y de la fragilidad de nuestro ego para medrar. El halago debilita.
Descontrol gaseoso: El eructo es un mecanismo natural del cuerpo para liberar el gas acumulado en el estómago. Hasta ahora, en situaciones sociales o profesionales, el contrato social aconsejaba suprimir o posponer su emanación por cortesía, lo mismo que uno individuo mayor de 3 años controla sus esfínteres y no defeca sobre el zapato de otro ciudadano como un podenco. Pero, tranquilos, el nuevo orden desaconseja contener los eructos aún en los espacios que denomina culturales y por televisión; fuera del fachomundo, es mejor permitir que el cuerpo los expulse libremente cuando sea necesario. ¡Entretenimiento!
✕
Accede a tu cuenta para comentar