Biblioteca Harley-Davidson
El pedrisco
Los países están sujetos, como todo, a la biología. Cuando coincide una buena generación de políticos preparados, como nos sucedió el último cuarto del siglo anterior, un país va para arriba. Cuando progresan los cantamañanas, el país decae
Como muestran todas las previsiones, el pedrisco se va a abatir sobre nuestras poblaciones este otoño que empieza. Las semanas anteriores ya tuvimos demoledores avances puntuales en diversos lugares: cosechas humanas que han costado años en construirse son deshechas en un momento de calamidad, hipotecando el futuro de las próximas generaciones por la violencia indiferente del pedrisco. Pedro es una fuerza de la naturaleza antiquísima (y por ello reconocible) que está basada en la clásica ambición y en la vieja supervivencia. Como tal, sus ráfagas son caprichosas, desatan toda la fuerza de los elementos que tiene a su servicio para que impongan aquí y allá sus versiones interesadas, sus demostraciones de fuerza. Pero todos sabemos que el pedrisco es arbitrario: cae donde le va bien y donde confluyen las fuerzas aleatorias que marcan su trayectoria.
El sufrido recolector español sabe perfectamente cuales son los hechos resultantes (cultivos tronchados, flores pisoteadas) y no pierde el tiempo con las justificaciones que el pedrisco se toma el trabajo de elaborar de una manera complicadísima para intentar justificar su destructora inercia. El pedrisco reitera con frecuencia. Es propio de él reiterar. Pero del mismo modo que reitera, cambia de dirección caprichosamente, reiterando también sus súbitos giros de brújula. En 284 días pasa de asegurar que nunca aceptará una cosa a afirmar que a él no le corresponde ahora decir si esa cosa está bien. Un año tiene 365 días. Eso lo sabe hasta el pedrisco. Ni siquiera han llegado a pasar 300. ¿Qué ha cambiado en ese breve lapso? Pues que ha de comprar los siete votos de aquellos que precisamente necesitan ser amnistiados para no hundirse definitivamente.
Los países están sujetos, como todo, a la biología. Cuando coincide una buena generación de políticos preparados, como nos sucedió el último cuarto del siglo anterior, un país va para arriba. Cuando progresan los cantamañanas, el país decae.
Si llega pedrisco, cuando pase seguiremos aquí, recogiendo los destrozos.
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