Y volvieron cantando
Pendientes de Junts y sus «cosas»
Sánchez sabe que no le queda otra más que claudicar ante un partido al que no le sirve la alternativa de las «lentejas», sobre todo porque hay trozos del estado que todavía no pueden ser puestos en almoneda en un despacho de Ginebra
Unos pocos miles de militantes separatistas decidiendo sobre la gobernabilidad del estado, pura democracia puigdemoníaca. Con la cara que muestra el partido de Puigdemont a la espera de su próximo congreso, pocas alternativas le quedan al gobierno de coalición más que trabajarse en un penoso «partido a partido» cada votación en el Congreso. El ejecutivo de Sánchez seguirá perdiendo votaciones parlamentarias y las dificultades para gobernar –puede que a golpe de servicios generales en automático– van a ser más que evidentes, lo cual no significa que al presidente se le pase, ni por asomo por la cabeza la idea de disolver las Cortes y convocar elecciones. Otros casi tres años de Falcon son demasiado golosos, máxime cuando se cuenta con la garantía de que en ningún momento se dará la mayoría que pueda cuajar una moción de censura. Hasta ahí todos contentos en el gobierno de coalición con independencia de que pocas iniciativas de calado podrían llevarse a buen término sin el apoyo de un partido más dependiente que nunca del culto a la personalidad del líder fugado de la justicia que en estos momentos además tiene pocos incentivos, por no decir ninguno, para apoyar a la coalición llamada progresista.
Junts ya vela armas de cara a su congreso nacional previsto para finales de este mes en Calella –con la presencia si acaso telemática del líder escapista– y precisamente una de sus ponencias estrella es la que pone frente a la espada y la pared las expectativas de Sánchez de vender un gobierno que «hace cosas». Esa ponencia que señala un referéndum entre las bases para ratificar cualquier acuerdo con los socialistas puede ser lo que en efecto dé la puntilla definitiva a cualquier atisbo o esperanza de gobernabilidad, lo que no significa insisto que vaya a poner la legislatura en el alero, más allá de tener en vilo al patio político nacional y a la matemática parlamentaria pendientes de una consulta entre militantes de una formación que no supera unos pocos cientos de miles de votos en las elecciones generales. Sánchez sabe que no le queda otra más que claudicar ante un partido al que no le sirve la alternativa de las «lentejas», sobre todo porque hay trozos del estado que todavía no pueden ser puestos en almoneda en un despacho de Ginebra. Hay poco que ofrecer y tal vez menos por recibir.
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