Biblioteca Harley-Davidson

El pequeño Nicolás

Los hechos tan absurdos que presenciamos nos dicen que no hay nada de más actualidad que «El abrigo» de Gogol

Ahora que celebramos el centenario de la muerte de Franz Kafka, me gustaría que recibiéramos en esta biblioteca con forma de columna a su más inmediato antecesor, al pequeño Nicolás. No me estoy refiriendo al personaje francés de los tebeos de Goscinny y Sempé -al que se han dedicado ya varias películas- sino a un Nicolás igual de pequeño, pero más grande: Nikolái Gogol.

De Kafka sabemos ya que cambió la forma de escribir del siglo veinte (nadie en los años posteriores volvió a escribir de la misma antigua manera después de leerlo), pero olvidamos que la manera que descubrió de plasmar los absurdos de las infinitamente diversas trayectorias humanas no es adánica. Como todo escritor, Kafka era hijo de sus lecturas y, cien años antes que él, un ucraniano enjuto y poca cosa le había mostrado el camino con varias narraciones de realismo fantástico. Lean «El abrigo» y maravíllense ante esta frase de entrada: «Hoy en día, un individuo cualquiera considera que un insulto personal contra él es un insulto contra la sociedad entera». Miren ahora a su alrededor. ¿No les suena de nada esa descripción de conductas psicológicas?

El arte no es otra cosa que una exploración de la vida humana a través de la fantasía personal. «El abrigo» es un relato formidable que se adentra en ese infinito de conductas usando de excusa la anécdota de cómo cambia la consideración externa de un hombre humillado en función de la aparición o desaparición de una prenda de vestir y de qué manera explota todo ello en su ánimo.

Aprovechen el verano para leer estas cosas colosales en lugar de ver concursos de la tele. Comprenderán instantáneamente por qué Ucrania forma parte de Europa y por qué Rusia también. Los hechos tan absurdos que presenciamos nos dicen que no hay nada de más actualidad que «El abrigo» de Gogol.