
Tribuna
El perdón mexicano
Es increíble como unos pocos españoles pudieron llegar tan lejos llevando nuestra cultura y organización y resistiendo allí durante trescientos años
Debería callar pero sin embargo no puedo. La provocación siempre tiene ventaja táctica sobre la contención pues lo único que tiene que hacer es levantar gradualmente el listón de la ofensa. El toro siempre entra a la provocación y suele perder en las corridas; abrumadoramente. El pomposo e ineficaz Ministro de Exteriores -y más cosas- que disfrutamos, el Sr. Albares, ha creído oportuno pedir perdón a México por la Conquista. Si esta declaración surgiera de un estudio histórico, aun estando igualmente equivocada, sería más tolerable. Pero dado el personaje y la ocasión en que se emitió, es más una clara provocación a la opinión española conservadora con fines políticos internos que un intento de esclarecer unos hechos de los que muchos nos sentimos profundamente orgullosos. Es pues esta una trampa proferida por un miembro de un gobierno responsable del alicaído prestigio e influencia exterior actual de España que prioriza su supervivencia política sobre cualquier otra consideración; no deberíamos caer en ella. Aun así, allá vamos. Es el sino del toro.
Pocos eran Hernán Cortes y sus hombres para derribar el despótico Imperio azteca de no ser porque las etnias indias sometidas les ayudaron. Pero la crueldad de los mexicas y la superioridad de la cultura europea renacentista hicieron posible una victoria total y rápida de los españoles. No solo el idioma español con su alfabeto, sino una religión con un Padre común, la rueda, el caballo, los metales y un sinfín de avances fue lo que los españoles llevamos al Virreinato de Nueva España creando una cultura propia de la que mexicanos y españoles deberíamos sentirnos orgullosos. Indudablemente en este parto de una Nación mestiza hubo dolor –aunque la Corona siempre intento proteger legalmente a los indios- pero no más que el infligido trescientos años después por los criollos que protagonizaron la emancipación y que hoy continúa en parte por más que se intente desviar la culpa hacia los conquistadores que ampliaron asombrosamente los límites del Imperio azteca hacia al norte, hasta donde los mexicas nunca habían soñado llegar: Tejas, Nuevo México hasta Santa Fe, California, Colorado y en general todo el suroeste de los actuales EEUU. Todo esto lo perdió México pocos años después de la independencia. Les recomiendo el libro «Presidio» del autor norteamericano-español Jorge Luis García Ruiz para comprender la asombrosa hazaña de un puñado de soldados, frailes y pueblo de a pie en la frontera norte de Nueva España pacificando las diferentes naciones indias –entre ellas la de los temibles apaches- tratando de convertirlos de cazadores y guerreros –en algún caso antropófagos- en agricultores sedentarios. Es increíble como unos pocos españoles pudieron llegar tan lejos llevando nuestra cultura y organización y resistiendo allí durante trescientos años. Como conseguimos en unas pocas décadas trasladar las naciones indias de la edad de piedra a la cultura Moderna europea. ¡Y encima hay que pedir perdón por esto! Si alguien tiene que arrepentirse ahora de algo serán los políticos mexicanos al tener abandonada la tumba de Cortés en el humilde Hospital de Jesús Nazareno, por envenenar a su noble y valiente pueblo con falsos culpables y por lo que están haciendo con sus jueces y minorías intelectuales.
El presidente Trump tiene su atención fijada en las Américas desde Canadá hasta Tierra del Fuego. En esta renacida doctrina Monroe en esteroides, Venezuela, Panamá y Cuba van primero pero Canadá, Brasil, Colombia y México están advertidos. Canadá es la destinataria de bromas sobre su anexión a los EEUU que son más peligrosas que graciosas una vez asimiladas por las turbas MAGA. Los demás están amenazados con un vasallaje más que con una posible asimilación. Bien haría la presidenta Sheinbaum –fiel discípula del poco añorado López Obrador- en prestar más atención a los intentos de Trump de limitar la soberanía mexicana que en achacar sus males a la herencia española peninsular.
El PSOE en este enfebrecido ambiente preelectoral que vivimos trata de provocar a los partidos a su derecha creando polémicas que supone les pueden beneficiar. El que los españoles nos avergoncemos de nuestra herencia americana es la más reciente. Esperemos que no escale arremetiendo contra Pizarro, el Cid, los Reyes Católicos o Dios sabe quién. Todo dependerá de lo que dure su agonía y su grado de desesperación. Confiemos en que los extremeños sepan reaccionar en las próximas elecciones a esto de insultar la, en gran parte, obra de sus antepasados. La Armada tenía hasta hace relativamente poco dos buques anfibios bautizados como «Hernán Cortés» y «Pizarro» que cayeron desguazados sin relevo como otros tantos. Ojalá alguno de los nuevos buques que se anuncian puedan reponer en sus popas tan dignos nombres. Y si hubiera posibilidad para otro más, le deberíamos llamar «Conquistador». Y ojalá también mexicanos y españoles podamos defender algún día de la mano en nuestros respectivos hemisferios los valores comunes. Pero no sigamos buscando culpables entre nosotros. Bastantes problemas y culpables tenemos ya ahora.
Ángel Tafallaes académico correspondiente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante ( r )
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