Apuntes
Con el PNV hemos topado, amigo alemán...
No hay narices para cumplir lo firmado y dejar a los nacionalistas vascos y catalanes sin su escañito en Europa.
Hace siete años, impulsada por el Consejo Europeo, se aprobó una reforma para poner un umbral de voto en las elecciones a la Eurocámara y se hizo con la aquiescencia de España, en aquellas fechas, como ahora, gobernada por el impar Pedro Sánchez. Resumiendo, que el PNV y otros nacionalismos periféricos –también los Alvises de turno– corrían el riesgo cierto de quedarse fuera del Parlamento de la UE, ese lugar donde se pueden aparcar viejas glorias que, además, tan agradecidas, porque los escaños se cotizan a peso de oro y traen cupo de asesores bien pagados. Como la norma no ha entrado en vigor a falta de la ratificación del Gobierno español y las bancadas de Estrasburgo tienen cada vez más frikis, se ha enviado a Madrid una delegación de la Cámara comunitaria, encabezada por el alemán Sven Simon, con la misión de averiguar las razones de la pasividad española.
Por supuesto, se han ido como han venido, aunque con la vaga noción de que no son causas jurídicas o formales las que impiden a España ratificar la norma, sino políticas, que, resumiendo, se pueden traducir en que no hay narices para dejar al PNV o a ERC sin sus escañitos europeos. Por lo menos, la misión no ha interrumpido las exigentes obligaciones de Marlaska y Bolaños, que se han excusado en sus agendas para no tener que recibir a los delegados comunitarios, que con la que está cayendo, si evitas, aunque sea una sola vez, ponerte colorado, pues eso llevas de abono, que es muy duro ser ministro en la España de Sánchez. No es mi intención, créanme, de ingenuos al amigo Simon y demás compañeros mártires, pero pretender que colaboremos en la mejora de una legislación electoral que la experiencia del día a día ha demostrado que tiene fallos es como hacer brindis al sol.
Se hubieran ahorrado el viaje, y las dietas, con el simple análisis del resultado de las últimas elecciones generales, esas que dieron a las cuatro formaciones nacionalistas más grandes –ERC, Junts, Bildu y PNV– nada más que el 5,97 por ciento de los votos válidos –Vox y Sumar tuvieron más del doble cada uno– pero que gracias a las peculiaridades de nuestra ley electoral están sobrerrepresentados en el Congreso. Visto así, y dado el curioso sentido de lo que es una «mayoría progresista» de nuestro admirable Sánchez, no parece que en los próximos años se vaya a ratificar la reforma europea. Tal vez, cuando las cosas cambien y surja una mayoría parlamentaria con sentido común, se pueda reformar el sistema electoral español y, de paso, arreglar lo de Estrasburgo. Mientras, con el PNV habéis topado, querido Simon.