Al portador

Puigdemont morboso y sentimental

«Cambó, hace más de cien años, ya habló del sentimentalismo de los catalanes, y ahora el líder “indepe” quiere aprovecharlo»

Francesc Cambó (1876-1947), que se supone que es uno de los referentes de Carles Puigdemont, aunque no consta hasta dónde llega su conocimiento real sobre el histórico catalanista, llegó a decir en la tribuna del Congreso de los Diputados, un 16 de junio de 1914, que «Cataluña, contra lo que mucha gente cree, es un pueblo casi morbosamente sentimental». El prófugo de Waterloo, ahora instalado en el sur de Francia, en Vallespir, a pocos kilómetros de la frontera española, parece hacer buena la explicación, ahora centenaria, de Cambó. Puigdemont, al día siguiente de que Pere Aragonès intentara acaparar protagonismo electoral en el Senado, lanzó su órdago sentimental con el anuncio de que se retirará de «la política activa» si no logra volver a ser presidente de la Generalitat.

El líder de Junts, como también Pedro Sánchez, es de los que hace apuestas políticas arriesgadas convencido, desde su mesianismo indepe y desde su constancia infatigable, de que pueden salirle bien. Todo se reduce en la práctica, si las profecías demoscópicas todavía tienen valor, a si Junts queda por delante de ERC en los comicios de mayo. Si lo consigue, Puigdemont tendría la presidencia de la Generalitat a su alcance. Los «estrategos» monclovitas y sus correas de transmisión dicen que el gran rival de Junqueras –Aragonès, por muchos esfuerzos que haga juega en una liga inferior– se ha pegado un tiro en el pie. No está tan claro. Los socialistas quizá deberían repasar la historia, las sorpresas electorales catalanas, y cómo Joan Reventós (1927-2004), que se veía presidente de la Generalitat, facilitó en 1980 el acceso al poder de Jordi Pujol, para «impedir que en Cataluña se instalara una fuerza lerrouxista», como escribió en sus memorias. Puigdemont ha visto que por azares electorales pasó de apestado a árbitro de la política española, está convencido de que Salvador Illa –por orden de Sánchez– tendrá que auparlo a la presidencia de la Generalitat si queda por delante de ERC. Para lograrlo, apela otra vez a la fibra más sensible, en una época en la que –uno de los primeros que lo detectó fue Iván Redondo– ya no «¡es la economía, estúpido!, sino que «¡son los sentimientos, estúpido!» y con un pueblo, desde hace más de cien años, «casi morbosamente sentimental», como dijo Cambó.