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Canela fina

¡Qué asco!

«El rechazo sin medida de los partidos políticos condujo en el siglo XX al fascismo, al nazismo, al estalinismo, al franquismo y al salazarismo»

Tal vez algunos dirigentes serios, algunos líderes responsables, carezcan de información sobre el bochorno que, en las últimas semanas, los partidos políticos españoles han provocado en la opinión pública. Desde que la UCO desveló la trama encabezada por Santos Cerdán, el espectáculo que ha presenciado el pueblo llano puede calificarse de vomitivo. En el Congreso de los Diputados, el debate ha sido sustituido por la gresca, el insulto, la agresión y el griterío. En los medios audiovisuales y en las plataformas, las naturales discrepancias se han convertido en abyección y repugnancia. Muchas columnas de los periódicos impresos rebosaron desvergüenza, cinismo y agresión. Los políticos de más vario signo se han enzarzado, con las debidas excepciones, en trifulcas de baja estofa, deleznables y vergonzantes.

Se comprende que las encuestas sitúen a los partidos políticos entre los cinco problemas que más agobian a la ciudadanía, convertidos en agencias de colocación y a ráfagas en instrumentos de corrupción y enriquecimiento. El ciudadano medio está harto de tanto ultraje al decoro social, de tanta desvergüenza, de tantas abyectas actitudes. Ayer almorcé con un exministro socialista, inteligente y moderado, que me resumió la situación que vive España y su partido con esta expresión: ¡Qué asco!

Nada nuevo bajo el sol. En los años veinte y treinta del siglo pasado, los partidos políticos, desenmascarados ante la opinión, se convirtieron, con las debidas excepciones, en instituciones que el pueblo combatía. Lo que ocurrió es que el rechazo de los partidos políticos condujo al fascismo en Italia, al nazismo en Alemania, al estalinismo en Rusia, al franquismo en España, al salazarismo en Portugal… Y si negativas resultan las agrupaciones que no defienden el interés general, peor a la larga es que se conviertan en partidos únicos, vertebradores de regímenes totalitarios.

Está claro que es necesario reformar los partidos políticos, que resulta obligado democratizarlos, que conviene cortarles las alas y reducirlos a lo que deben ser en una democracia pluralista plena. Pero combatirlos sin la templanza necesaria nos puede conducir de nuevo a una situación que enturbie todavía más la vida de las sociedades contemporáneas.

Luis María Anson, de la Real Academia Española