Letras líquidas

¿Qué voy a hacer yo?

Cualquier atisbo de duda se desmonta con las primeras palabras de Jennifer Hermoso, aquel «a mí no me ha gustado» a pie de vestuario

Sé que han pasado algunos días y que el tema, por repetido, comentado y debatido puede parecer agotado, pero no dejo de pensar en la justicia, poética o pragmática, con la que a veces nos sorprende la vida. El tiempo reservado a las jugadoras de la selección española para disfrutar su triunfo, resarcirse de las crudezas del esfuerzo y ser absolutas protagonistas de su victoria se vio empañado por un gesto más que desafortunado del presidente de la Federación Española de Fútbol. Machismo que simulaba euforia. Aquel beso, que contenía todos los argumentos que explican, avalan y justifican el feminismo, hacía su aparición en un momento de máxima exaltación de la igualdad, que, por paradójico, al final, resulta oportuno. Porque lo inconveniente del ademán, público y descarado, termina convertido en el escaparate idóneo para entender de qué hablamos cuando nos referimos a abuso de poder, a discriminación por género y, ay, al consentimiento en las relaciones.

Sin pretender esto ser una especie de juicio paralelo (los pleitos en sede judicial y con los jueces como únicos garantes del derecho), sí podemos seguir unas ciertas pautas jurídicas para intentar entender la dimensión de los hechos. Mediante las declaraciones de las partes, por ejemplo, e intentar descubrir, como en una «Lección de anatomía» contemporánea, qué hay bajo la epidermis del polémico ósculo. Y ello para evitar confusiones, como que los dos protagonistas, la jugadora y el presidente, tuvieran un código de conducta entre ellos, un ritual privado para saludarse, felicitarse o celebrar que, a estas alturas, y ridículas e insuficientes disculpas después, ya no se sostiene. Pero, sobre todo, cualquier atisbo de duda se desmonta con las primeras palabras de Jennifer Hermoso, aquel «a mí no me ha gustado» a pie de vestuario, al que siguió el clarificador «¿qué voy a hacer yo?». Y ese es precisamente el quid de la cuestión. Lo que todas (y todos) podemos hacer.