Opinión
La receta de Ilia Topuria
La chulería hay que ganársela marcando la diferencia
Muchos detestan al nuevo campeón español de la UFC por proclamarse vencedor antes del combate, y otros gestos divertidísimos que, en mi opinión, son los que lo han hecho leyenda, por encima de sus poderosos brazos.
¿Chulo? Claro, pero la chulería hay que ganársela marcando la diferencia, del mismo modo que artista no es el que busca sino el que encuentra algo…donde la clave entre la fanfarronería y la jactancia legítima radica en la veracidad de lo que se está presumiendo y no en la manera de comunicarlo, que tiene de gratificante sentido del espectáculo y nos hace vibrar. ¡Gracias!
Apuesto a que Topuria piensa igual que yo: la suerte es un momento, un golpe, pero nadie puede mantenerse en una posición exitosa sin determinación, trabajo y toneladas de renuncia.
La cultura del sacrificio, que yo he mamado, tan denostada por nuestra izquierda (que ni siquiera le ha felicitado…Mala gestión, peor estilo) vuelve a la actualidad. Mi padre, sin ir más lejos, quería ser Físico, una ciencia que le obsesionaba desde niño, pero no pudo estudiarla porque en Salamanca no había, como no había posibles para enviarlo fuera. Creció en el seno de una familia donde el dinero escaseaba y al llegar a la edad universitaria, él y sus hermanos estaban muy concienciados de que debían darlo todo académicamente para ser becados y conseguir dinero para aportar a su casa lo antes posible. También, como a cualquier salmantino promedio, le encantaba la tuna, pero no pudo pertenecer a ese hedonista club universitario porque había que currar. Me cuenta que desde su estudio, donde pasaba cada día las mismas horas (con examen o sin él) entraban por la ventana los clavelitos, las risotadas y los acordes de los que se divertían de extremo a extremo de la ciudad (para un tuno lo importante era la tuna, hija_dice_lo demás, secundario):
_¿Y qué notas sacaste papá?
_Buenas, eran buenas, algún que otro sobresaliente me dieron.
_¿Y lo demás?
_Lo demás, matrículas.
Papá no fue el más amiguero ni el que más se divirtió en la facultad de Medicina pero sabía tanto, que acudía nervioso a los exámenes, no por sus resultados, sino por la diversión que le producía examinar él a sus profesores: a ver qué gilipollez le iban a preguntar.
En efecto, las diatribas anti meritocracia tan de moda entre los políticos de la izquierda, no solo les desacreditan a ellos, sino que desembocan en un gran daño social que ya puede observarse en una España donde volamos sin cinturones a la cultura de la recompensa inmediata y de la mediocridad pandémica con una clara perspectiva anti empresa: la del enchufe, el nepotismo, el chiringuito y la paguita.
Dicen que la cultura del esfuerzo genera fatiga estructural y ansiedad. Y sí, el esfuerzo produce fatiga, igual que cuarenta minutos de cardio, igual que afanarse estudiando por aprobar una oposición, igual que el embarazo, el parto y la crianza, hasta el sexo ¡tener un orgasmo requiere de un gran esfuerzo físico e intelectual!... Por otra parte, lo que produce ansiedad no es el esfuerzo, sino todo lo contrario, las consultas de los psiquiatras están sobre todo atascadas de personas que no hacen nada, el sentimiento de utilidad, vivir con propósito, perseguir una meta, ¡esa es la clave de la felicidad individual y social!
Topuria es conocido por su dedicación, su ética trabajando y su constante búsqueda de la superación: “Las medallas se ganan en el entrenamiento, en la competición uno va a recogerlas". Y su llegada al Olimpo de los campeones, a lo grande y a lo loco, ya es icono, como diría Inés Hernand, no solo por su seguridad sobrehumana y su orgullo por el trabajo duro, sino por algo aún más impopular en la idiosincrasia contemporánea: la fe: "Solo le tengo miedo a perder la bendición de Dios”. "Hemos pasado momentos duros, pero Él fue el único que estaba a mi lado, el que nunca me dejó rendirme, el que siempre me iluminó el camino y me dio las oportunidades de alcanzar todo lo que me he propuesto”.
Y todo aceptando que la vida es injusta ¿eh, querido Ilia?, quién puede ponerlo en duda, no todos partimos de las mismas posiciones en la salida, ni con los mismos recursos. Pero ¿acaso todos los hijos de papá culminan en triunfos? En absoluto.
Es verdad que la inteligencia, igual que la belleza o el dinero, la posición y el apellido se heredan, pero esos regalos, que distribuye la suerte como le da la gana, no podrán conservarse, y pronto se convertirán en cenizas si uno no se esfuerza cada día y mucho por mantenerlos y por mejorar. Ya pueden colocarte al frente de la mejor empresa del mundo, que si eres imbécil, perezoso o mezquino, la llevarás a la quiebra…
¡Bravo Topuria! Y yo nunca me he levantado para ver un combate, es más no los vería de día, no me gustan los deportes de golpes y sombrerazos, quizá por ignorancia. Sin embargo, su coraje, su defensa del empeño y el testimonio de su fe inquebrantable en Dios, que no en sí mismo, bien merecen esta columna.
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