El buen salvaje
Resulta que el comunismo es un anuncio de champú
Yolanda, ese medio pelo, como de boda de Tamara Falcó, no puede arrastrar a las masas proletarias
He recibido los sobres electorales. El único que no lleva logo es el de Vox. Apestados. Que no se note que existen. Con lo excitante que es lo prohibido. La raza verde que se mueve entre las ratas.
Sin embargo, Sumar, en tono casi fucsia, carmín, como los labios de la candidata, se exhibe como uno de esos pájaros que atraen a sus parejas con una danza de colores y saltos patidifusos que nos dejan impactados. La mujer que quiere ser presidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, se retrata en blanco, como suele, con ese estilismo níveo que la presenta tan pura que diríase una adelantada Virgen de agosto. No es nuevo. Lo maravilloso, ideal, raro, estupefaciente, es su gesto, esa mano que se desliza hacia el cuello mientras la melena se esparce en reina de un anuncio de champú. Sunsilk. La compañera/o que ideó la foto de Díaz la vio como una diosa de los inmobiliarios, como ella misma dice, hija de Suso y madre de Carmela, la señora que nos acaba de enseñar el piso. Lo que más se parece a una ley de vivienda especulativa es el póster de Yolanda.
Lo mejor es cuando se abre el anuncio y se lee. Yolanda tiene cosas que decir, entre otras que todo lo hace por nosotros porque nos lo merecemos. Me encanta. Quién le habrá contado, musitado tal vez, a esta mujer, que necesito algo de ella. Cómo sabe, o no, que he hecho tantos esfuerzos que merezco descansar y que ella me coserá la costuras. Yolanda es una comunista ye yé que necesita que los demás necesiten para aparecerse y que todos nos necesitemos, así, en una relación poliamorosa en la que ella tiene la última caricia. El comunismo champú o masaje de keratina esparce sus tentáculos de una manera amable, cuqui, casi Barbie ahora que está de moda, especialmente de moda, por la película, pero su mensaje no deja de dar pavor, sobre todo si está envuelta en la imagen descarte de una modelo de Carrefour. Yolanda, ese medio pelo, como de boda de Tamara Falcó, no puede arrastrar a las masas proletarias. Sumar fracasará porque el proyecto es una contradicción en sí mismo. Dice una cosa y pinta otra. Demasiado hortera para ser «fashion» y demasiado pijo para cantar la Internacional. Yolanda luce unos dientes demasiado blancos para ser de los suyos pero tan imperfectos que no entra sin debates en el olimpo guay. Así, se enterrará en la tristeza de una tierra de nadie.
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