Los puntos sobre las íes
Sánchez contra Feijóo con un no-caso de 1995
Tal vez es que desconocen que aún hay políticos honrados, como Feijóo
El que Dios debe existir lo demuestra el hecho de que, salvo negreirazo monumental, Sánchez tiene fecha de caducidad: nueve meses como mucho. Pactar con ETA, con los golpistas y con Iglesias, eliminar la sedición, aproximar el latrocinio casi a la condición de falta, abaratar las penas de 739 violadores y pederastas y alumbrar una Ley Trans que abre la puerta a un mundo a caballo del surrealismo y el dadaísmo no puede salir gratis. Máxime cuando si algo ha demostrado históricamente Juan Español es una madurez democrática que para sí quisieran Francia, Italia y otras naciones que proverbialmente nos han mirado por encima del hombro como si fuéramos subsaharianos. Pero antes de cantar victoria habrá que solventar dos pequeños grandes escollos: que Sánchez no es, precisamente, Einstein, pero sí peleón a rabiar, y que lo de que «el fin justifica los medios» lo llevará hasta las últimas consecuencias electorales. La nacionalización de decenas de miles de nietos de presuntos exiliados republicanos constituye un coladero de dimensiones imprevisibles, tal y como hemos desvelado en Okdiario. Un movimiento sospechosísimo que acongoja teniendo en cuenta que la suerte de este país puede decidirse por unos miles de votos. La guinda al diabólico pastel ha llegado con un caso Tito Berni del que solo se ha escrito el prólogo. Sánchez, mentiroso como pocos y amoral como ninguno, ha puesto a los 390 enchufados de Moncloa y a sus tentáculos policiales y fiscales a buscar como locos algún escándalo que desvíe la atención y pare los pies a un Feijóo lanzado en las encuestas y que puede acabar gobernando en solitario. Hasta el momento, y esto no es opinión ni elucubración, sino información, han pinchado en hueso. «Presidente, no hay dónde pillarle», es la respuesta que le han dado todos los fontaneros dedicados a buscarle debilidades con cargo a nuestros impuestos. Y no le ha quedado más remedio que resucitar un no caso de corrupción de 1995: las fotos que el presidente del PP se hizo con un Marcial Dorado que ocho años más tarde acabaría detenido por narcotráfico. Imágenes filtradas por el entorno de Soraya a El País en 2013 para intentar matar a su más claro adversario en la sucesión de Rajoy. Servidor, al que le piden selfies por la calle cada dos por tres, seguro que tiene alguno con un camello, con un estafador y no descarto que también con un asesino. Cuando un ciudadano te reclama amablemente una foto no le exiges los antecedentes penales como condición sine qua non. A más a más, conviene recordar que en Galicia tampoco se sabía hace tres décadas que Dorado era un mini Pablo Escobar en versión autóctona. Es más, se codeaba con toda la cúpula de un PP en el que por aquel entonces Feijóo era un aprendiz, prometedor, pero aprendiz al fin y al cabo. Por la tramposa regla de tres que intenta imponer el PSOE, Sánchez sería un corrupto, un putero y un farlopero porque aparece en unas cuantas instantáneas con Tito Berni y su sobrino. Al popular le montaron otro pollo en verano porque, según los medios socialpodemitas, «aumentó su patrimonio en dos años en 600.000 euros». Olvidaron reseñar en el titular que el salto cuantitativo estaba plenamente justificado: la venta de su casa en Moaña, por cierto, por la tercera parte de lo que vale el casoplón de Iglesias y Montero. Tal vez es que desconocen que aún hay políticos honrados, Feijóo es uno de ellos, o quizá todo se deba a que el ladrón piensa que todos son de su condición. Que viene a ser lo mismo.
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