El buen salvaje
Sánchez: Napoleón venció en Gaza pero cayó en Waterloo
Sánchez vuelve vencido para los titulares de la Prensa pero victorioso a sus ojos, un héroe que meterá su mano entre la chaqueta y encontrará el corazón de otro.
Todo el mundo habla de la película «Napoleón» de Ridley Scott, ya sea para elevarla al reino de los cielos o para aniquilarla como si fuera un Alien contra Predator. Vayan a verla. Para bien (y para mal), merece la pena la entrada. Por ejemplo, para hablar, entre otros artilugios históricos y psicológicos, de que Napoleón, como comentábamos la otra noche donde Latorre, era en realidad un loco que se creía Napoleón. Valga la entradilla para saludar a otro hombre, Pedro Sánchez, que va pareciendo conforme pasa el tiempo, igual que en la película, a otro semejante que se imita para mal. Le faltó el embudo en la cabeza, a Sánchez digo. Napoleón entró en 1799 en Gaza y cayó ante Wellington en Waterloo en 1815.
Sánchez ha comenzado la legislatura con elogios de Hamás por su postura «clara y audaz», quién lo diría, y no sabemos si acabará en el maletero de su coche para hacer otra gira de la resistencia si es que el todavía prófugo no se sale con la suya mientras Israel invoca a las plagas bíblicas contra el país que un día fue su aliado, donde aún se conserva memoria de Sefarad y de la lengua que se hablaba en España en 1492. Esta nueva izquierda abomina de Isabel la Católica porque cree que fue cuñada de Franco, solo hay que ver lo yeyé que era la reina, pero también a los judíos a los que expulsó la soberana facha. Abomina, pues, de toda la Historia de España, menos de Al Andalus, ese momento tan progresista, que es lo que Hamás, un grupo terrorista, cree que es suyo por el derecho de los siglos.
Sánchez incomoda a los vigilantes europeos de la Ley de Amnistía que ya lo tienen como un socio que antes solo parecía guapo pero que ahora quiere ejercer de ello, lo peor que le puede pasar a una personalidad vanidosa, pues nuestro presidente, como canta Kiko Veneno, va pisando por donde friegan y así no hay quien limpie la sangre derramada de ningún bando.
El desastre diplomático es a la vez un éxito para el imitador que se cree Pedro Sánchez. Ahí le ha robado algún escaño a Yolanda Díaz y a esa parte encarnada que clama por Palestina, oiga, que están en su derecho, y callan ante otras injusticias del orbe, como los ajusticiamientos en Irán, el empoderado Putin que mandaría a toda la comunidad gay a Siberia o la guerra siria de la que ya no se habla, como si se hubiera perdido esa pieza del puzle. Sánchez vuelve vencido para los titulares de la Prensa pero victorioso a sus ojos, un héroe que meterá su mano entre la chaqueta y encontrará el corazón de otro.
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